Filo
Porque el amor es Eros, el niño que no crece, me puse a jugar a hacer burbujas. De todas las que hice, sólo logré que una fuera poco más que efímera. Fue del tamaño de muchos libros, música, paseos, conversaciones, montañas y calles, de tus manos y sus caricias, de nuestros besos. Dejé afuera los recuerdos, para dedicarme a construir momentos vírgenes que sólo nosotros conociéramos. No me gustaba asomarme y reconocer el entorno porque sabía que afuera habían cientos de púas esperando reventarla y vernos caer. Cada vez que me hablabas de alguna amenaza del exterior, me iba al centro y me rodeaba de tus ojos y de mis maneras de amarte. No te asustes, decías, vamos a evaluar y pensar en nuestra seguridad; pero no se puede pensar en seguridad si quieres vivir aquí porque dentro somos frágiles y sólo podemos creernos invencibles mintiéndonos y abrazándonos fuerte. Me agarraste la mano y me dejé llevar confiada e inocente, juro que no sabía que teníamos el filo del fin tan cerca y no pude regresarme sola porque aquí sólo puedo sobrevivir respirando tu aire. La expusiste, la dejaste estallar, ya no estamos. Vives sordo por el ruido del estruendo de la explosión y ahora divaga penando el apocalipsis que pasó inadvertido a todos, que ya nada más nos queda, no hay pedazos que recoger.