Desencadenada

Virtualmente Libre

jueves, junio 21, 2007

La Sonrisa de Mi Padre


Entro a tu habitación y te encuentro desmayado sobre una silla, con la respiración marcando un nuevo y extraño ritmo desde tu vientre, con los ojos vidriosos y perdidos atravesando una televisión apagada; con los pies extendidos sobre un cuero más tibio que tu piel, con tus puños cerrados apretando la vida.

Llego con la juventud que me celebras y repudias, con las ganas del abrazo que no te puedo dar.

Llego para verte vivir cada segundo que pierdes. Sonrío tímida y conmovida y me atrevo a creer que mi presencia te revive. Volteas tus pupilas plomizas y posas en mi lozanía tu mirada sobria, nuestra mirada, y callas.

Sonríes y me das la bienvenida a tu agonía. Sonríes como quien presencia un milagro, sonríes y quiero entregar mi vida en el momento en el que tus labios se apartan para hacerme sentir la dicha que no tendré. Sonríes y todo palidece ante tus boca enrojecida por tus pesares.

Me detengo y bajo la mirada y recuerdo a Dios, que tan perfecto como es, me regaló este instante. Me detengo frente a ti cabizbaja y respiro profundo con los ojos cerrados para no dejar escapar la imagen que me consolará una eternidad.

Insegura de lo que hago, poso mis labios llenos de palabras acalladas sobre tu frente sudorosa y me siento a tu lado, aturdida por tu paz y nuestro silencio. Estiro mis manos limpias dentro de las tuyas, en el vano intento de ayudarte a agarrar la vida que se nos va.

lunes, febrero 19, 2007

Filo


Porque el amor es Eros, el niño que no crece, me puse a jugar a hacer burbujas. De todas las que hice, sólo logré que una fuera poco más que efímera. Fue del tamaño de muchos libros, música, paseos, conversaciones, montañas y calles, de tus manos y sus caricias, de nuestros besos. Dejé afuera los recuerdos, para dedicarme a construir momentos vírgenes que sólo nosotros conociéramos. No me gustaba asomarme y reconocer el entorno porque sabía que afuera habían cientos de púas esperando reventarla y vernos caer. Cada vez que me hablabas de alguna amenaza del exterior, me iba al centro y me rodeaba de tus ojos y de mis maneras de amarte. No te asustes, decías, vamos a evaluar y pensar en nuestra seguridad; pero no se puede pensar en seguridad si quieres vivir aquí porque dentro somos frágiles y sólo podemos creernos invencibles mintiéndonos y abrazándonos fuerte. Me agarraste la mano y me dejé llevar confiada e inocente, juro que no sabía que teníamos el filo del fin tan cerca y no pude regresarme sola porque aquí sólo puedo sobrevivir respirando tu aire. La expusiste, la dejaste estallar, ya no estamos. Vives sordo por el ruido del estruendo de la explosión y ahora divaga penando el apocalipsis que pasó inadvertido a todos, que ya nada más nos queda, no hay pedazos que recoger.

miércoles, noviembre 22, 2006

A Quien Puedas Interesar


O’ Hare, 09 de Diciembre.

Nunca imaginé que tu deshonestidad nos condujera aquí. Busco la manera de desahogarme y hacerte entender las razones que me motivaron a actuar como lo hice estos últimos meses. Sé que es tarde para excusarme en esta carta que no leerás, pero es mi último intento de poner mi dolor en orden.

Saber que venías de visita me alteró, si bien fui yo quien te lo propuso desde que te noté triste. Nunca pude evitarlo. Sentía ternura por tí y, supongo que ahora lo puedo decir, envidia. No tiene sentido callarme las cosas ya. Cuando dijiste que Félix te había dejado, creí que habías encontrado alguien que te diera algo que aprender. Creo que al principio me alegré y pensé en la posibilidad de que te hubiera dejado por haberte descubierto con cualquier otro. Luego lo pensé mejor porque, desde mi entonces irresuelta bondad, oírte llorar siempre me ha dado ganas de romperte y recomponerte y lo hice, te invité a pasar el mal rato bajo otro clima, y fíjate lo que digo, otro clima, otro ambiente, no otra vida. La vida, la tuya, ésa la tenías que arrastrar hasta el final. ¡Qué final, Claudia.!

Mis hijos se alegraron tanto al enterarse de tu visita que no supe cómo manejar la situación. Marcábamos el conteo regresivo en un calendario: ellos con dibujitos y yo tachaba los días con equis, enormes. Creo que Sebastián sólo preguntó dónde dormirías y cuál habitación ocuparías. Recuerdo la alegría de Carol pensando en tí como la Barbie viajera que la acompañaría en su cuartito de muñecas. Esa tarde bebí cuatro dedos de vodka de mi pocillo de té. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que bebí sola, y fue también a causa tuya. Subí al ático, mientras los niños pegaban globos en el buzón de correos. Se acercaba la noche de brujas y para mí, tu eras la bruja a la que debía hospedar. No me creerías si te digo que pasé del reconcomio a la felicidad en un abrazo. En el momento que te abracé me sentí ridícula e inmadura –como siempre me había sentido a tu lado- y se me olvidaron todos los pensamientos de mi ansiedad. Estabas hermosa y sentir tus huesos filosos contra mi carne me devolvió la ternura que había olvidado. Tus ojos estaban más grandes y azules que antes, no exagero. Tus pómulos más pronunciados que nunca y tu nariz, Claudia, qué nariz tan perfecta tienes. A tu nariz la odié nuevamente.

Se me hacía raro acomodarte en el cuarto de Carol, así como se me hizo incómodo integrarte a nuestra intimidad. Fue el primer día, quizá las primeras horas, pero debes saber que al día siguiente deseaba olvidar mis responsabilidades para que nos sentáramos frente a un pote de mantecado a contarnos nuestras vidas, o a oírte contar la tuya. Nos divertimos, Claudia, al principio fue así, risas, abrazos y recuerdos de las pocas complicidades que nos unían. Me gustaban nuestras conversaciones hasta la madrugada, con el vino barato que traíamos del mercado. Tengo que confesarte ahora que sentí que sacaba provecho de tu compañía, y no me perturbaba. Tu, que siempre le habías ganado a la suerte con escotes y sonrisas, estabas en mi hogar cocinando para nosotros, aspirando nuestras alergias, planchándole los cuellos y puños a Sebastián. Resultaba divertido –lo siento- verte tendiendo la cama de mis hijos, ayudándoles en las tareas y haciéndote fanática de la programación infantil. No sé si disfrutaba la ironía de tu siempre alardeada repelencia por los niños o del placer del tiempo libre que me proporcionabas. Pero mi familia, mi hogar, contigo en él, funcionó mejor que nunca. No quería admitirlo, no quería que Sebastián te mirase como la esposa perfecta que yo no podré ser, o que mis hijos sintieran rabia hacia mí por haber sido yo su madre y no tu. ¡Cuánto te había cambiado la vida, Claudia! Me hubiese gustado presenciar tu adultez y no sólo tu adulterio mientras vivíamos cerca. Parecía mentira que hubieses podido crecer y haberte convertido en lo que se hospedaba en mi casa. Asumo que era envidia de mi parte -nuevamente la envidia- que pretendía que no dejaras de ser nunca la mujer irresponsable que nadie tomaría seriamente. Fue éso lo que me hizo empezar a aborrecerte. Nunca fuimos competencia, luego lo entendí. Yo no estaba en tu liga, tu tenías piernas infinitas, ésa nariz y tu cabello, Claudia, tan lacio y largo que enmarcaba tus formas de mujer desde que eras una niña. ¿Recuerdas cómo odiabas que Tío César te acariciara los muslos? Yo te culpaba por provocadora, por no querer usar pantalones ni para misa los domingos, pero era algo más allá de tu aspecto lo que tentaba, era esa insoportable alegría de ser tu misma la que te ponía en medio de todos y de todo. Yo te veía desde tu sombras, indignada por ser la hermana mayor y la inteligente, pero incapaz de lograr lo que tu obtenías casi sin proponértelo. Yo, con mi cabello reseco y mis ropas grandes, con mis notas sobresalientes y sin un amigo para ir al cine y agarrarme la mano, porque todos mis compañeros querían ser tus enamorados. Eso también, Claudia, me molestaba. No pude continuar disfrutando de tus huevos revueltos en la mañana, como le gustaban a mi esposo. El jugo de naranja de cartón es tan bueno como el que tú preparabas y Sebastián jamás se quejó de mi tocineta, ni de mis macarrones con queso hasta que llegaste tú. Claro que, al principio, la euforia de tu compañía me enfermó a mí también, pero al cabo de unas semanas me curé. -Claudia, ¡qué digo!, quise reconstruir todo desde mis recuerdos y eso hago-. No soporté tu invasión en mi vida. Dejé de creer que viniste aquí queriendo huir de Félix, y no me equivoqué, no huías de él, pero te adueñaste de mi territorio, te hiciste nativa en mi país extranjero, yo, que dejé el nuestro hace años y todavía me pierdo en mis cotidianidades; te preocupaste por las tareas de los niños, por dejarles ganar en el nintendo, por pulirle los zapatos a mi marido y por botar hasta mis medicinas expiradas. ¿Qué pretendías de mí? Claudia, ya no soy la niña insegura de los frenillos y el cutis graso.
Me asqueaba tu manera de querer manipularnos con tu llanto nocturno, buscando la compasión de todos para que te permitiéramos prolongar tu reinado. Yo intuía que tus tímidos escándalos bajo la almohada nada tenían que ver con la ruptura de Félix contigo, por eso jamás te consolé.

Recuerdo un sábado temprano, en el que después de la nevada de la noche, Sebastián y yo salábamos la entrada del garaje y tu te acercaste con la carta a Santa de los niños. Fue entonces, Claudia, cuando el cuadro dejó de ser abstracto para mí. Todavía oigo tus tacones apenas chasqueando sobre el cemento húmedo. Tu insinuación de pasar con nosotros las navidades era más de lo que yo soportaría. Félix estaba claramente superado, en el canal esperaban tu regreso para sacar adelante la producción, tu vida te esperaba y tu empeñada en querer vivir la mía, ¿por qué querer ser la protagonista de una vida tan invernal como la mía? Apareció la imagen, el cuadro perdió la ambigüedad: querías lo único mío que no me habías podido quitar, Sebastián. Él fingió enfadarse con la prolongación de tu estadía, pero yo lo ví voltear el saco de sal vacío sobre la nieve derretida mientras miraba tus caderas alejándose. Imagina Claudia, sé que no puedes, pero esa mañana sentí que derretía la nevada con el infierno que comenzaba a vivir. Juré que no estarías en mi casa para diciembre. Comencé a verte como un ser despiadado a quien no permitiría que arruinara mi vida, poniendo en evidencia mis fallos y destacando con redoble de tambores tus cualidades, no las obvias –que también. Empecé a odiar desde tus chistes oportunos hasta tu tos delicada. Lo sabías, Claudia, yo no soy inteligente para ciertas cosas, soy aplicada y buena en matemáticas, pero eso no me hace más que una profesora.

Me convencí de que cada mirada perdida, cada ropa escogida, cada conversación casual tenía el propósito de invitarlo a adorarte. Procuré bañarme en el menor tiempo posible, hacerte venir conmigo a todas mis salidas, proponerle a Sebastián que retomara sus amistades y sus noches de póker fuera de casa para robarle las oportunidades de que se fijara más en ti. Fue en vano, Claudia, porque te convertiste en nuestro tema de habitación, porque al apagar el televisor y besarme la frente, preguntaba si te habrías acostado y yo lo imaginaba pensándote desnuda en la cama de su hija y me daban náuseas. Me obsesioné con la idea de encontrarlos juntos en el garaje, dentro del carro, en el sótano sobre la lavadora o en el ático entre mis libros. Me levantaba sobresaltada en las noches soñando que te hacía el amor como una bestia, y lo miraba dormir a mi lado y lo detestaba por desearte, iba a verte dormir y odiaba ver despertar tu perfil tan hermoso y decepcionado de encontrarme a mí y no a él en la puerta. Ésa es la verdad, me propuse ser honesta aun cuando tu hayas mentido.

Si te pedí que te fueras de mi casa es porque no estaba dispuesta a seguir este juego tramposo en el que yo salí perdiendo de todas formas y como siempre.

Te fuiste y dejaste a todos llorando tus abrazos interminables tras el humo del escape del taxi, tras tu ausencia, eterna. La llamada de Félix me señala y me culpa. Sólo te pedía honestidad Claudia, que pudieras, por una vez, perder ante mí y decirme que sabías que morirías pronto.

Ahora espero el vuelo que me llevará a despedirme de ti una última vez. Siento que seguirás viviendo para hacerme recordar mis inseguridades y no lo acepto, Claudia. Me desprendo de ellas y de ti dejando esta carta sobre esta mesa con la esperanza de que sigas despertando fantasías en otros, como estoy segura que te habría gustado.

martes, noviembre 07, 2006

Uno de adolescentes

-Me voy a morir. ¿Cómo se lo digo a mis papas? Mi mamá me va a matar, me va a botar de la casa. A mi papá le va a dar un infarto, chama, te lo juro, le va a dar una vaina.
-No chama, no le va a dar nada, tu mamá tampoco te va a botar. Quédate tranquila que algo se nos ocurrirá.
-¿Qué se nos va a ocurrir? ¿Estás loca? No hay nada que se nos pueda ocurrir, me voy a morir.

Sábado
Nadie se podría imaginar lo que siento. Andrea se me queda viendo con ganas de consolarme como si yo estuviera depre porque César no me para o algo así. Me voy a morir. Le dije a Andrea que me voy a dormir a su casa y a mi mama la llamé para decirle que me voy a quedar estudiando allá, a ver si me da tiempo de pensar en algo. Que estrés tan horrible.

Domingo
No pude dormir en toda la noche. Mi mamá me fue a buscar temprano para que fuéramos a misa. Lloré todo el tiempo en la iglesia y traté de disimular, pero ella se dio cuenta de que me pasaba algo; me abrazaba y me besaba la frente, me agarraba la mano y yo me quería morir, y quería pensar que sigo siendo su niñita, como cuando era pequeña y mis problemas consistían en desenredarle el pelo a las barbies, o como cuando me metía en la cama entre mis papás, a ver una película, y mi mamá me acariciaba tanto el pelo que me dolía el cuero cabelludo, y las manos ásperas de mi papa haciéndome cariñitos en los brazos me irritaban. Pero nada era complicado, ni el colegio, ni los exámenes, ni las fiestas ni los amigos, nada. Mi mama sabe que no estoy bien y en el camino a la casa manejaba con una sola mano para agarrarme la mía con la izquierda, y después de decirme que puedo hablar con ella de cualquier cosa, finalmente me pregunté qué me pasaba. Mentí, no podía decirle la verdad porque yo se que me mataría. ¡No lo puedo creer! Dios, ¿Cómo me va a pasar esto a mi? ¿Cómo se los voy a decir a mis papás? ¿Cómo hago mi viaje a Paris en agosto? Tuve que decirle que ando toda enrollada porque el examen de física de esta semana me preocupa, que no entiendo nada por más que Andrea me explique. Como siempre, ella cree que puede resolverme la vida y me dijo que buscaremos un nuevo profesor particular esta misma semana porque no me ha ido bien con el que tengo. ¡Qué bruta!, ¿Cómo pude haberle dado semejante excusa? No se me ocurrió nada mejor, con todo lo que pensé anoche y me quedé en blanco hoy. Tuve que seguirle mintiendo, le dije que la solución no era buscar otro profesor, que el problema era que César ha estado raro conmigo y no puedo concentrarme en nada. Al oírme se molestó tanto que me parece imposible tener que decirle la verdad en algún momento. Me soltó la mano y me dijo que era inadmisible que yo bajara mi promedio por culpa de un muchachito, que a esta edad ningún noviecito vale la pena, que si bajo mi promedio no me manda a Paris. Yo lloraba sin parar y ella fue poniéndose tan brava que me hizo jurarle que dejaría las cosas con César de este tamaño. Me sentí fatal cuando ella dijo “tamaño” porque me hizo pensar de qué tamaño estará el bebe ahora.
Llegué a mi casa y vi que tenia varias llamadas perdidas de Andrea, la llamé y cuando le conté lo que había pasado con mi mamá, me dijo que lo mejor sería abortar. Dejó pasar un día entero para sugerirlo, yo pensaba que si había alguien que me comprendería seria ella, ¿Cómo me va a decir eso? Nunca podría abortar, prefiero irme de la casa primero, olvidarme de Paris e irme a vivir sola con mi hijo, no se adónde ni cómo. Quizá mis tíos en Valencia me entiendan mejor. Abortar no es una opción, no podría vivir con el remordimiento. Tuve que explicárselo a Andrea, me entendió y me apoyó como si la idea hubiera sido de otro y no de ella. Está bien que no estamos tan metidas con lo del Opus, pero ha sido parte de nuestra formación lo queramos o no. ¡San Josemaría, ayúdame!
Esta tarde volví a sacar las cuentas por enésima vez y según creo, debo tener un poco meses de tres meses. Mi papá me vio la cara roja e hinchada y ya me esta haciendo preguntas. El mismo cuento, los exámenes y las discusiones con mis amigos, y el mismo sermón que mi mama, menos gritos, pero la misma esencia. Siento que sólo les preocupa mi promedio, que su hija perfecta no llegue al temido y mediocre 17. Andrea no deja de llamar, y César me mando un mensaje de texto que ni respondí. Me quiere ver mañana y no puedo verlo a los ojos, no puedo seguir con él y no se qué excusa darle, porque supongo que se enterará también. Que vergüenza, dentro de poco todos lo sabrán. ¿Cuánto tiempo faltará para que se me note?

Lunes
Otra noche de insomnio, amanezco muerta de sueño y con unas ojeras espantosas, me siento horrible y gorda, creo que no se me nota nada, pero ni cintura me veo. No hice educación física porque me da susto ponerme a pegar brincos, inventé que me dolía el vientre. Me sentí tan desgraciada dando precisamente esa excusa. Desde que llegué a mi casa estar tarde, César ha llamado dos veces a mi casa porque el celular no lo respondí, y mi mamá le dijo que estaba estudiando física porque no he podido prepararme bien para el examen del viernes y que no llame más hasta después del examen. El pobre no debe entender nada. No le he contestado los mails ni me he conectado al messenger. Necesito hablar con Alberto y hasta el jueves no lo veré. Lloro todo el día encerrada en mi cuarto y he pensado llamar a mis tíos y contarles a ellos antes que a mis papas. Quizá se ofrezcan para decírselo a mi mamá, ¡ojalá vivieran en Caracas!

Martes
Pasé toda la noche con esta angustia que no me deja descansar. También me dolía el vientre y recordé lo que le invente a la profe de deportes, pero cuando hice pipí esta mañana, había una manchita de sangre, estuve pendiente en el colegio y no sangré mas. Al llegar a mi casa busqué en Internet y leí que era normal que a algunas mujeres les pase eso y que no significa nada alarmante, pero esta tarde volví a manchar, más que antes. No se que hacer. Todavía no me atrevo a llamar a mi tía, no me atrevo a nada.

Miércoles
Anoche tampoco dormí bien porque seguí manchando, poquito pero lo suficiente como para no dejar de pensar en eso. Estoy tan cansada que ya ni sé cuándo duermo o sueño con esto. Andrea vino a mi casa para estudiar y nos pasamos horas dándole vueltas al asunto. Ella se ofreció a acompañarme a ver a un doctor, por lo de las manchas, pero le dije lo que leí y pienso que es muy pronto todavía. La verdad es que no podía imaginarme estar en una sala de espera y encontrarme con algún conocido que le vaya con el cuento a mi mamá. Lo mejor es esperar a ver si se me pasa solo. Andrea no puede entender que él no me llame y yo le expliqué que siempre ha sido así. Ella no entiende cómo pude estar con él y no con César que, según ella, se cortaría las venas por mí. Lo que pasa es que ella no lo conoce. Yo sé que él tiene razón, esto tenia que ser así porque mis papás nunca me dejarían estar con él, y si no me llama es porque me quiere ahorrar un rollo con Cesar o con mis papás. Lo malo es que ahora se va a saber todo y aunque a veces me da un poco de lástima su novia, un hijo es mucho más importante que cualquier empate. Se lo dije a Andrea, pero ella pareciera estar del lado de César y de mis papás. Se fue y me dejo con más problemas en la cabeza. No quería quedarme sola pero ya ella me estaba terminando de enloquecer. Me muero de sueño.

Sábado
El miércoles me quedé dormida con dolor de vientre, no podía más del sueño, pero en la madrugada me desperté con un dolor terrible y con mucha sangre, no era una hemorragia, pero por un momento creí que me había venido. No tener la certeza de lo que me estaba pasando era horrible, y lloraba sin parar, fui por agua a la cocina y mi mamá me encontró llorando y con mucho dolor. Creí que me iba a morir, me abrazo pensando que me sentía mal por la regla, pero no pude mas y lloré como nunca y la abracé con mi cabeza en su vientre, y me sentí tan frágil y tan vulnerable. Me pidió que le contara que me pasaba en realidad. Yo no podía hablar, sólo lloraba y sentía un dolor terrible, como si una mano tratara de arrancarme el bebé, como si se me iba a goticas. Me besaba la frente y me secaba el sudor, y hubiera dado mi vida porque esto no me hubiera pasado. No podía verla a los ojos y con mi cabeza todavía apoyada a su cadera le dije que estaba embarazada. Me paró de la silla y me abrazó más fuerte. Le dije que creía que me estaba pasando algo malo porque tenia dos días con manchas y ahora era peor, y que tenía mucho dolor. Me dijo que me llevaría a emergencias, me buscó unos zapatos y fue a cambiarse y le escribió una nota a mi papa diciendo que me llevaría a la farmacia a inyectarme algo para el dolor de vientre. Yo no podía creer lo que oía. No le dijo a mi papá la verdad, mi mamá que jamás le oculta nada. En el carro dijo que lo llamaría después para decirle cualquier cosa desde la clínica y que ya veríamos. Me pidió que le explicara todo y yo no podía dejar de llorar, ella me consolaba y apretaba muy fuerte mi mano. Yo tenía mucho miedo, pero me sentía tan aliviada de haberle dicho la verdad que ya mis preocupaciones eran mas por el bebe que por mi. Al llegar me hicieron un ecosonograma y la doctora me explicó que tuve un aborto espontáneo, que se había desprendido el bebé. No sé si lloraba por mi bebe o de vergüenza, por César o por Alberto. Me hicieron un curetaje y me dejaron salir al mediodía. Mi papa creyó que vinimos hasta aquí para hacerme un eco de emergencia por una hemorragia que se me presentó. Mi mamá lo convenció de que se fuera tranquilo al trabajo, que no era nada, que todo estaba bien. Mi mama no me pedía más explicaciones. Lloraba a mi lado y escarmenaba mi pelo con sus manos, me besaba las lagrimas y no se apartaba de mi Camilla. En el camino a la casa me dijo que nadie tenía que saberlo, ni César y mucho menos mi papá. También me dijo que más que nunca debía irme a Paris para que me sacara a César de la cabeza. La doctora me mandó 48 horas de reposo y mi mamá dijo que no entregaríamos el certificado, que ella iría a hablar con la profesora de física para que me repitieran el examen. Es verdad, necesito otro profesor de clases particulares porque no quiero ver a Alberto más nunca en mi vida.

viernes, septiembre 08, 2006

A tu Lado


Yo te veía y recuperaba mis recuerdos en los dobleces de tu piel. Hubiera querido abrazarme a ti, llegar a tu vientre y sentir tu calidez en mi rostro, hundir mi tristeza en tu calmo olor y dejar que tus manos manchadas de angustias despeinaran mis cabellos.
Y yo te veía y entendí que donde los otros pierden, tu ganas. Y sentí que era extraño pretendernos adultas entendidas, sentir el respeto mutuo que nos ofrecemos, que yo te debo y tu me regalas en tu inmensa caridad; ver pasar las horas llenas de cientos de segundos inquietantes y optar por la serenidad, evadirnos en conversaciones fatuas después de habernos sumergido fugaces eternidades en reflexiones dolorosas, en futuros impensables y presentes inciertos, sentarnos muy juntas en un viejo escalón a acariciarnos la ansiedad, a buscar paz en las breves palabras de aliento de los sanadores, repasar una y diez veces cada frase que nos pudiera alumbrar la oscuridad del pasillo.
Y yo te veía revoloteando ágil de la puerta a la escalera y de mi lado a la habitación, de lo terrenal a lo sublime y pensaba lo generoso que es Dios con los grandes de espíritu, la fortaleza como un don que tu humildad traduce en gracia.
Y yo te veía tan delgada, con tu traje que ahora se agrandó para cobijar tus penas, y eres tan enorme que humillarías al Coloso de Rodas con tu presencia diminuta.
Y yo te veía y encontraba en tus sonrisas la fe que tu amor prodiga y no dejaba de admirar cada vuelo tuyo, tu constancia y tu misericordia. ¿Cómo se esconde lo evidente? Con la sonrisa tibia de unos ojos esperanzados, con la inmortalidad de los que esperan gozosos el encuentro supremo, como lo haces tu, para mi asombro y el de los que te descubren.
Y yo te veo Espíritu Santo y mariposa, humana y diosa, temple y llanto.
Te veo Madre.

lunes, septiembre 04, 2006

Consejos


...Y en una noche cualquiera, su vida se deslizó de entre sus dedos y cayeron hechos trizas sus recuerdos, sus anhelos, sus ilusiones. Júntalos niña, recógelos a ver si los puedes armar como un rompecabezas. No, no se puede. Los trocitos son muy pequeños y hay fracciones de pasado regadas por todas partes, bajo las sillas, bajo el sofá, entre los libros de las biblioteca y dentro de los vasos en la vitrina. y ahora qué? ahora esperar, esperar que venga el mago y use su varita para retroceder el tiempo y te salve de la explosión. ¿Estás segura de querer deshacer la explosión? alguien te driría que una explosión es el comienzo de la vida. Vívela y descubre a dónde te llevaría la vida a partir de ella. ¿No? No. Ése es el problema. No eres tan pragmática. A las soñadoras como tú no se les soluciona el problema con una barrita de pega pritt, con ellos se hace necesario la magia, el sombrerito y el conejo. Creerse todo el cuento aunque se sepan el truco, negar a muerte los descuidos del mago, cerrar los ojos y tener fe. Entonces haz eso, mi niña. Ya no preguntes más y cruza los dedos. Cierra los ojos y descansa la mirada. Espera el aplauso.

martes, agosto 22, 2006

Sin Reporte


Debí suponerlo, no nevó. Las cosas no cambian tan radicalmente, pero temí que así fuera y ayer me preparé para una nevada cruel. Asomé la cabeza al final de la tarde, cuando creí estar más segura. Sentí un alivio enorme al descubrir entre la nubes algunos visos azules. Recuerdo que emocionada pensé que me había salvado. Odio este tiempo caprichoso que me mantiene en zozobra estos días. Muy temprano hoy tuve el coraje de apagar la tele para evitar la tentación de ir a ver el canal del tiempo. Cada vez me descompone más ese señor mentiroso que da pronósticos falsos. Yo creo que su propósito no es engañarme, no se le ve tanta malicia en el rostro, pero no es la primera vez que comete un error tan colosal, y por ingenuidad también se peca. Sé que si dejo la televisión prendida, terminaré viéndolo y creyendo todo lo que dice, sin dejarme si quiera la voluntad para asomarme a la ventana y corroborarlo yo misma. Estoy orgullosa de mi inesperada fortaleza. Me paré y después de un largo baño me vestí para salir. Incluso desayuné, lo que no puede ser más que otra prueba de mi buena disposición para comenzar el día. Afuera vi el cielo gris. De pronto me entraron muchas ganas de que granizara.

lunes, agosto 21, 2006

Reporte del Tiempo


Parece casi increíble despertarse así en Caracas. Hace mucho frío esta mañana y los expertos afirman que pronto nevará. Cierro las ventanas y me meto bajo las sábanas a esperar que el tiempo mejore.

(Sin) Embargo


-No se pueden llevar lo mío.
-Nos vamos a llevar lo establecido por el demandante.
-Revisen la orden porque de aquí no sacan mis recuerdos. Ni mi sol despuntando, ni los ocasos naranjas, ni mi cerro despejado, ni mi felicidad nerviosa, ni las canciones compartidas, ni el vino bebido, ni la saliva entregada, ni los parques desconocidos, ni las calles recorridas y por recorrer, ni las noches de insomnio, ni las lecturas hechas, ni las palabras oídas, ni las miradas, ni las risas, ni los planes imposibles, ni los sueños de puertas azules.



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sábado, julio 22, 2006


Pasé días encerrada en mi cuarto, con la culpa de desperdiciar la terraza fuera, derrochando una de las vistas más hermosas al Ávila. Me acercaba a la ventana y miraba a través del vidrio, y no es lo mismo admirar mi montaña sin sentir la brisa en mi cara. Me sentía cobarde, incapaz de pisar fuera del riel del ventanal por algo tan insignificante como el cadáver seco y tostado de una cucaracha patas arriba. Ahora admito que era mediana, pero en ese entonces la veía como un monstruo enorme que, aun después de tener días a la intemperie, podía revivir en cualquier momento para saltarme encima. Sé que no pican, pero traumatizan, que es peor. Después del cuarto día de ejercicios mentales, de reforzar mi estima y concienciar mi condición de ser humano sobre la condición de un insecto, muerto, decidí abrir el ventanal. Me acerqué, pasé la llave y deslicé la puerta transparente. Salí corriendo en retroceso hasta chocar contra una pared. Me calmé y me di cuenta que si me dolía hasta la espalda, no era que el miedo me entumecía, era que el golpe había sido realmente duro. Busqué entre todos los zapatos del clóset el que tuviera la plataforma más prominente (Dios! ¿Cómo usé yo esos zapatos y, por qué me haces aferrarme a ellos? Ah, con el tiempo entendemos los designios del señor, a este zapato le había llegado el momento de cumplir su propósito ulterior), me acerqué a la rendija de unos diez centímetros que había abierto y saqué el zapato, en vano porque por más que estirara el brazo no alcanzaba el cadáver de mi desdicha. Entendí que tenía que cruzar el umbral, tendría que correr más la ventana y esto demandaba repensar mi estrategia; medir mejor el espacio entre el ventanal y la pared atrás, cambiar de arma y de calzado. Empecé por hacer un recorrido visual de las dimensiones en las que me movía, tirar al basurero el zapato estrafalario que aunque noble, no me sirvió de nada, ponerme unas botas altas que llegaban casi a mis rodillas y de suela gruesa, ancha, por si acaso. Como escudo tomé una silla plástica que encontré en el depósito de armaduras improvisadas y me dispuse a arremeter. Escudo en mano derecha y puerta en mano izquierda, ensanché la brecha de 10 centímetros hasta que calculé podríamos pasar mis botas, mi escudo y yo. Lo hice. ¡Qué bien me sentí! Ahora nada más tenía que cruzar. La cucaracha seguía en el mismo lugar porque ya ni las hormigas la movían de dónde había permanecido los últimos días. Pero estaba allí, frente a mí, con unas antenas enormes que la brisa sí movían, con las patas señalándome a la cara, desafiantes, y con un cuerpo que desde donde yo estaba, parecía consistir en un par de alas. Y entonces pensé algo que no se me había ocurrido: ¿qué si la rastrera había sido voladora y yo nunca lo contemplé? ¿ Qué si ahora no sólo puede correr sino volar sobre mí y recorrer en su vuelo donde se le antoje? Cordura, está muerta. No brinca, ni pica, ni corre, ni vuela. No vive. Así que luego de esta reflexión esperanzadora me atreví a pisar la terraza, con mi escudo muy separado del suelo, no fuera a ser que la tocase sin querer, y pasando por un ladito, lo más lejos posible, no fuera a ser que le diera por quererse acercar mucho. Volví a replantear mi fin. Recogerla para botarla estaba fuera de cuestión, porque ni un rollo de papel absorbente entero me habría sido suficiente sabiendo que sería lo único que la separara de mi mano, así que no había más salida que empujarla de alguna manera que cayera desde la terraza al infinito: desde un segundo piso hasta el estacionamiento. Eso era lo más inteligente, sin duda. Para ello tomé con firmeza mi escudo y se lo acerqué, hasta que una de las patas de mi escudo estuvo a unos cinco centímetros de ella. Solté la silla y en retroceso nuevamente salí corriendo hasta mi cuarto, unos tres metros más atrás. Recuperé la respiración y la dignidad, porque ya estaba bien encaminada mi maniobra, sólo tendría que retomar mi posición, recoger mi escudo que por fortuna estaba en pie y seguir lo que había dejado de momento. La silla en mis manos me llenaba de valor, y contemplar el Ávila animándome a cumplir mi tarea me dio el coraje que necesitaba. La toqué, la moví, con la pata de mi escudo la moví…¡hacia mí! Hacia mí no era. Espera, piensa, agarra bien el escudo y dirígelo de manera que éste la empuje al precipicio muy lejos de mí. ¡Qué bueno contar con mi sagacidad!. Respiré profundo y embestí a la bestia, cuerpo y mente trabajaban en perfecta armonía. Uno, dos, tres empujones hasta llevarla al borde del abismo, hasta que me detuve. Decidí que era mejor dejarla a la vista, como guindada del horizonte, no vaya a ser que cobrara vida en la caída y se devolviera.

sábado, julio 15, 2006

Goodbye My Lover

...and that night, for some reason even she couldn't precise, she listened to this song and cried.





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Did I disappoint you or let you down?
Should I be feeling guilty or let the judges frown?
'Cause I saw the end before we'd begun,
Yes I saw you were blind and I knew I had won.

So I took what's mine by eternal right.
Took your soul out into the night.
It may be over but it won't stop there,
I am here for you if you'd only care.

You touched my heart you touched my soul.
You changed my life and all my goals.
And love is blind but then I knew it,
My heart was blinded by you.

I've kissed your lips and held your hand.
Shared your dreams and shared your bed.
I know you well, I know your smell.
I've been addicted to you.

Goodbye my lover.
Goodbye my friend.
You have been the one.
You have been the one for me.

I am a dreamer and when I wake,
You can't break my spirit - it's my dreams you take.
And as you move on, remember me,
Remember us and all we used to be

I've seen you cry, I've seen you smile.
I've watched you sleeping for a while.
I'd be the father of your child.
I'd spend a lifetime with you.

I know your fears and you know mine.
We've had our doubts but now we're fine,
And I love you, I swear that's true.
I can not live without you.

Goodbye my lover.
Goodbye my friend.
You have been the one.
You have been the one for me.

And I still hold your hand in mine.
In mine when I'm asleep.
And I will bear my soul in time,
When I'm kneeling at your feet.

Goodbye my lover
Goodbye my friend.
You have been the one.
You have been the one for me.

I'm so hollow, baby, I'm so hollow.
I'm so, I'm so, I'm so hollow.

miércoles, julio 05, 2006

Monologo


¿Quién puede escribir así? Marina como que me arregló el escritorio, ella sabe que a mí no me gusta, ¡qué manía con el orden! No lo hace por mala, pero es que yo me encuentro en mi desorden. Cuando llegue se va a quedar loca de verme escribiendo, no como estos último tres años que no he pasado de cuenticos de 10 páginas. Marina me regaña porque dice que me he abandonado, la edad me puso la creatividad de vacaciones permanentes, digo yo. No. No. Los dos sabemos que la creatividad se me fue con el alcohol, porque desde que me volví abstemio el genio se peleó conmigo. El borracho era él. Cada vez que enciendo esta computadora lo único que me provoca es un trago. Es que cuando estoy seco me vuelvo demasiado cotidiano y simplón, y termino sintiéndome como un novato que cree que se come el mundo porque le salieron 5 páginas de una historia común más. Mediocre y conformista, así estoy. Y tengo tiempo crispándome cada vez que me llaman Escritor, porque creo que dejé de serlo. La gente del periódico me sigue teniendo el respeto que yo me perdí, bueno, al menos es un compromiso que me obliga a sentarme aquí con frecuencia, pero no con efectividad. Pero hoy me lo propongo, escribir como antes, una novela, 200 páginas, algo interesante si no innovador. Y Marina me regaña porque me compré una botella de Vodka, creo que en el fondo está ilusionada con que retome mi carrera y me vuelva a ver en el espejo con una sonrisa aunque sea poco nítida. Marina que no diga nada si me tomo un trago, estaba advertida, será que por eso se fue? Tendrá que ser una vodka pura porque no veo aguakina por aquí. ¡Qué grandes estos rusos! Esto es lo que yo necesitaba para escribir, el empujón, la vodka. Ya ni me provoca tomar cuando viene el compadre, yo quería tomar así, solo, en mi biblioteca junto a mis ideas y a mis libros llenos de polvo, sin Marina gritándome desde la cocina que vendo libros a costa de mi hígado, que hiedo a alcohol y que si viene Ritica que ni me asome que se muere de la vergüenza, que el doctor me dijo que el tabaco, el alcohol y mi colesterol son el cocktail perfecto para una cardiopatía. Y Marina me puede conseguir mil argumentos más, esta mujer no para de hablar. Yo la oigo y le hago caso y me río porque sé que para soportarme me debe querer, pero me siento miserable sin ser el escritor que era. Por eso hoy tomo, porque me lo regalo de cumpleaños, porque no quiero torta ni velas, ni siquiera sexo, sólo quiero soledad y sentirme quien fui. Si hasta Jesús se tomaba sus copas de vino, ¿cómo este simple hijo de nadie, que mi madre me perdone, no va a tomarse unos traguitos? Si se lo dijera a Marina, seguro que se persignaría y rezaría. Como si hubiera cometido una herejía. Marina se escandaliza por todo, cuando no escribo y cuando escribo también, por eso no la dejo leer mis novelas hasta el punto final, cuando no puede hacer mucho. Me senté a escribir y no he escrito nada. Mejor preparo el segundo trago porque no sé cuándo regresará Marina. La historia está en mi mente, esperando por mis dedos. El segundo trago está mejor, esta marca de vodka no está mal. La vodka siempre ha tenido la cualidad de calmar y animarme. Tengo los dedos tiesos y feos, la artritis ha hecho lo suyo, pero no me amaino y en lo que comience a escribir no terminaré hasta que tenga al menos unas 40 páginas de mi novela burda, exagerada, desbocada pero genial, como las que escribí antes. ¡Dios! digo antes y siento que me refiero a un pasado que viví hace 20 años y no tres. Parece que fue hace una eternidad cuando me sentía exitoso, siento que he envejecido una década. He perdido las ganas de todo. Marina dice que estaba esclavizado al alcohol, que mi humor dependía de un trago y yo creo que no está tan equivocada. Pero a mí lo que me embriagaba era el éxito de aquellos días, sentirme grande y cercano a lo que siempre quise ser. Claro, que Marina no puede entender que lo que yo perdí me lo devuelva un vaso. Si tu te lo propusieras, lo lograrías, pero estás condicionado ya y no quieres darte cuenta de lo que eres capaz de hacer por ti mismo, siempre quitándote méritos, me decía Marina antes que decidiera no beber más. Me acuerdo de ese día y me siento como un perfecto estúpido, celebrando mi última novela, tan feliz que me veo en las fotos, y jurándole a Marina de pura felicidad que por ella dejaría el alcohol, creyendo que los grandes tenemos temple, y que yo podía hasta dejarla a ella si eso quería y tuve ese momento de lucidez del que me arrepentí hasta hoy ¿quién dijo que los escritores tenemos que ser lúcidos? Es muy bonito hablar y hacer promesas, feo es cumplirlas. Cuando llegue Marina se lo digo, sin problemas, que si me sirvo este tercer trago es por amor propio, que por amor a ella le entregué el declive de mi carrera y no se ha dado cuenta. Y tendrá que entender que a mi edad no serán muchos los años que me queden para escribir, y no quiero seguir viviendo de glorias pasadas, cuando podría estar hoy mismo arrancando con la mejor novela de mi carrera. Mejor un año bien vivido, que diez años de miseria. Y ha sido Marina quien me ha sumido en esta bóveda, pero el día de mi 64 cumpleaños estoy decidiendo torcer lo que le quedaba de futuro a esta pobre marioneta. ¡Tanto amor que me tiene, tanto que me cocina y que me hace tilitos! Le voy a pedir que no me quiera tanto y que me traiga otros tragos. Que se acuerde de mí el día que se vaya a emperifollar para bautizar mi novela, ¡la mejor de mi carrera!, ah, pero ese día me ama y se desvive en atenciones, no se acuerda sino de la genialidad de su marido, se regocija en la admiración con la que todos me miran, se fascina hablando de mi proceso creativo y contando intríngulis de mi intimidad. Para ella, ese día no he bebido nunca, he sido el abstemio más productivo que ha dado esta tierra. Pero en lo que merma la fama le empiezo a heder a aguardiente, aunque beba una copa del más fino champán de maricones. Ella no sabe lo que yo, ella está enviciada por mi éxito porque sus reclamos comienzan cuando dejo de producir, que nada tienen que ver en realidad con que yo tome o no. Es la infelicidad que le causa sentirse común. Qué elemental es Marina. Pero en cuanto llegue se lo digo. Si a algo le entregué mi vida más que a mi carrera fue a Marina, pero a partir de hoy reestablezco prioridades, y ella verá qué hace con tanto tilo. A ella se le metió en la cabeza que yo tenía un problema de alcoholismo y para que vea que no era ningún borracho, lo dejé y han pasado tres años ya, pero hasta hoy porque uno le da lo mejor a su mujer y se queja, se queja, siempre se queja. Y me cansé de oírla diciéndome que dejara tanto cuentito y que arrancara con mi novela, a la vez que me decía que la empinadera de codo me iba a matar antes de tiempo. ¡La empinadera de codo! Es que así es Marina, llana y medio campurusa. Y ahora se va a quejar cuando llegue y me encuentre frente a esta botella casi vacía, me va a decir que esta es la edad de cuidarse, y que me oiga bien porque para mí esta es la edad de hacer lo que a uno le de la gana, de no tener que aguantarse nada de nadie, de aprovechar la incertidumbre del futuro para vivir y no morirse pensando en todas las cosas que por falta de bolas uno no hizo. Nada más estoy esperando que llegue para que me oiga, que bastante que tengo que decirle. Y si me llama le digo también que aproveche y pase de una vez a comprarme otra botella más que esta ya no sirve ni de lupa. Se va a alterar porque su marioneta rompió los hilos. ¿Qué pasó Marina, le tienes miedo a Pinocho? Ya va a ver que todavía tengo mucho que hacer como para estar pensando solamente en mi salud. Y ¿qué hay de mi salud mental? Mis frustraciones no cuentan, por lo visto, porque todo lo que importa es que yo produzca buenos textos, ah, pero eso sí, mojándome los labios en tecitos, nada más. Pareces una bruja preparando pociones. Junta recuerdos Marina, saca cuentas y dime cuándo fuimos más felices. No querrás hacerlo porque eres una vieja testaruda a la que no le gusta admitir sus equivocaciones. Pero a mí no me importa reconocer mis fallas, por eso hoy dejo atrás un período negro y retomo mi grandeza, porque fui grande, y si alguien lo disfrutó fuiste tú, que no has hecho nada más en tu vida que cocinarme y hablar de mis logros, porque los únicos tuyos han sido retenerme a tu lado y esos brebajes que preparas y que yo odio. Y voy a aprovechar la ocasión para decirte de una vez que desde hoy empiezo a vivir mi vida de escritor nuevamente y de la manera en que mejor me plazca. Seguro que vas a creer que estoy ebrio y que todo esto no es más que la botella de vodka hablando, te adelanto que no, que es mi firme deseo de cobrarle a la felicidad una deuda.

Qué incómodo es este sofá. Me duele todo y esta tortícolis me va a matar. Marina sí se demora preparándome la manzanilla que le pedí, me lo debe estar haciendo a propósito, como ayer, que se perdió toda la tarde. Parece que sus tardes de canastas le importan más que el cumpleaños de este viejo. La cabeza me retumba y la luz me molesta, no tengo fuerzas ni para cerrar las cortinas. Tengo el estómago revuelto y Marina que no llega con esa manzanilla. Cuando venga le voy a decir que me prepare una sopita de pollo como las que ella siempre me hace. Necesito reponerme para ver si arranco con un cuentico que tengo pendiente.

martes, junio 27, 2006

Inauguracion


www.hayawatas.blogspot.com

domingo, junio 25, 2006

Somewhere Only We Know




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I walked across an empty land
I knew the pathway like the back of my hand
I felt the earth beneath my feet
Sat by the river and it made me complete

Oh simple thing where have you gone
I'm getting old and I need something to rely on
So tell me when you're gonna let me in
I'm getting tired and I need somewhere to begin!

I came across a fallen tree
I felt the branches of it looking at me
Is this the place we used to love?
Is this the place that I've been dreaming of?

Oh simple thing where have you gone
I'm getting old and I need something to rely on
So tell me when you're gonna let me in
I'm getting tired and I need somewhere to begin

And if you have a minute why don't we go
Talk about it somewhere only we know?
This could be the end of everything
So why don't we go
Somewhere only we know?

De Viaje II


El ruido de las hojas con el viento me agrada. Salgo al frío a fumar y sacar a pasear la ansiedad y me recibe el tranquilizador ruido de las hojitas en el suelo, levantándose, chocando entre ellas y volviendo a caer, dejándose llevar con la brisa. El parque frente a mí es hermoso. Creo que no habrá nadie en él a esta hora y siento deseos de atravesarlo, pararme en medio de tanto verdor y sentirme pálida, temerosa e insignificante, sentir que no importo a nadie y que no hago ninguna diferencia en esta vida porque apenas soy un ser humano más en una ciudad abarrotada de gente, en un país de una enorme población en un mundo superpoblado de personas como yo. Como yo, como todas las que se uniforman porque se creen únicas y especiales porque así lo determina su absurda autenticidad. Soy una farsante más. Me dan ganas de reír a carcajadas y que el eco de mi risa continúe burlándose de mí hasta que se torne insoportable. Y me dan ganas de leer en la oscuridad y de escribir sin papeles ni tecnologías, y quiero confundirme en el follaje y me dan ganas de muchas otras cosas imposibles y ni siquiera me río de mí misma, ni cruzo al parque. Hace mucho frio y vuelvo a sentirme mal. Nuevamente el sonido de las hojas me hace sentir mejor. Miro al cielo y ratifico lo que sé: el cielo es el mismo aquí y allá.

sábado, junio 24, 2006

Tarde de Junio


El día pasó sin mucha novedad. El atardecer le trajo augurios de melancolía, un cielo azul oscuro en el que ardían matices de naranja y rosa. Pensó en la belleza de la naturaleza y en la necesidad de respirar lento y profundo ante la inmensidad de la vida, mientras el viento le despeinaba ideas, le alborotaba sentimientos y le desorganizaba los recuerdos. Ya sabía que dejarse deslumbrar por la naturaleza siempre le ha traído problemas, porque los paisajes hermosos le iluminan la oscuridad que teme, y le enseñan lo que esconde y está fuera de su alcance. Tuvo la sensación de que en días como hoy, lo mejor sería darle la espalda al horizonte y regresó a la seguridad de su habitación, bajó las cortinas y se metió entre las sábanas, desde donde podía controlar las corrientes de aire y la iluminación a su antojo y en función de su tristeza.
They sicken of the calm, who know the storm.
Dorothy Parker


-IDYL-


Dorothy Parker

Think of the things that can never come true-
Save in the shadowy country of dreams.
Think of what might be, for me and for you,
Could we but shatter in the world's sorry schemes.
Think of our own little vine-covered nest;
Each day, at sunset, I'd wait for you there,
Down by the gate, in the glow of the west,
Dressed all in white, with a rose in my hair.

Think of a chair, softly-cushioned and wide;
Think of a hearth, where the red firelight dies;
Think of me sitting there, close by your side,
Reading the stories writ deep in your eyes.
Think of the years, like an unending song,
Think of a quiet we never have known,
While, all forgotten, the world rolls along,
Think of us two, in a world of our own.

Now that you've thought of it seriously-
Isn't it great that it can never be?

sábado, junio 17, 2006

AAAAAHHHHH


Siempre tengo razones para gritar.
Aun si estoy callada, puede que esté pegando un grito fortísimo y haberme apretado el botoncito de mute (dedo índice izquierdo sobre la sien, mismo lado. Allí queda mi mute). El silenciador es más por no tener que lidiar con las reacciones de los demás que por no molestarlos.
Los gritos los puedo clasificar de muchas maneras y usarlos según las ocasiones, los estados de ánimo y el entorno. Si me ponen a escoger, los mejores son casi siempre sola, en el carro, ventanas abajo. En este caso el motivo no importa tanto, porque el resultado siempre es igual de gratificante, tanto que todos gritamos, impulsados por diferentes estímulos, pero es un hecho que todos lo hacemos. Es que son tan liberadores que ni los reprimidos se resisten. Incluso los que se regodean de ser tan respetuosos y educados que jamás alzan la voz. Y ¿tampoco caminan descalzos ni se han llevado un dedo del pie con una pata de la cama? Claro, y gritan. Y suponiendo que no le tengan miedo a ningún insecto ni roedor, ¿qué hacen cuando en una subida empinada, el conductor adelante está estrenando su carro sincrónico y en una demostración maravillosa de ausencia de pericia se manda en retroceso, caída libre y directa hacia el carro de un yonuncagrito? Gritan también. Como gritan los militares y los entrenadores deportivos con sus gritos sistemáticos y predecibles que no soporto. Me gustan los gritos espontáneos, de esos que incluso a uno sonrojan, aunque hay que darle crédito aquéllos que van formándose poco a poco, que uno sabe que la fatalidad llegará en cualquier momento, que la tensión está creada para que nazca descarado e inevitable. Ésos también son buenos, pero no nos dejan el sentimiento de travesura que nos dejan los imprevistos.
Hoy, como nunca antes, lo premedité, lo planifiqué, escogí el más indicado para la ocasión. Lo supe desde que me levanté sintiendo exactamente que hoy gritaría, a esta hora.

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grito, rezo, río y fumo

miércoles, junio 07, 2006

HIPERREALISMO



Siempre he sido terriblemente supersticioso y sabía que hoy sería un mal día. Anoche después de llegar del trabajo, recibí una llamada que me dejó helado, era un vendedor Telefónico de helados, pero no fue eso lo que me congeló, fue que cuando le pedí que se fuera al carajo, me dijo con voz endemoniada que al carajo me iría yo hoy, que ya se encargaría de eso. Tranqué después de maldecirlo un par de veces más, pero su voz quedó resonando en mi cabeza. Prendí la televisión y empecé a cambiar canales. No había nada interesante así que retiré mis pies de la caja de pizza sobre la mesa, me limpié las migas de los talones y dirigí mi trasero hacia el congelador para buscar algo que hacer mientras seguía cambiando la tele. Me pegó la luz del congelador en los ojos y fue como una revelación divina: allí estaban los malditos helados que me quería vender el tipo por teléfono. Pensé que no era casualidad, ni siquiera recuerdo haber comprado esa marca de helados antes, ni siquiera me gustan los helados, y allí estaban frente a mí recordándome las palabras del vendedor, cómo si necesitase que me las recordaran. El helado estaba allí plantado en mi nevera por algún motivo que se me haría más evidente mañana, pensé. Saqué una coca colas y busqué la botella de ron, me preparé un vaso de cubalibre y me tiré en el sofá frente a la tele, con los ojos puestos sobre el teléfono. Por unos segundos quedé envuelto en una nube misteriosa, pensé que tendría que sacudir los cojines de mi sofá si no quería tener serios problemas de alergias.

Después de cambiar canales media hora más y luego de 3 cubalibres me quedé dormido. El timbre me despertó sobresaltado, grité que me esperaran mientras acomodaba mis bolas en el interior y salí a ver quién era. No reconocí la voz así que miré por el huequito de la puerta y vi a una mujer despampanante, de senos enormes, no pregunté nada más y abrí de inmediato:
-Hola mi amor, para qué soy bueno?
-Hola, soy Angélica. Disculpe la molestia a esta hora, es que soy nueva en el edificio y quería presentarme, acabo de terminar la mudanza y ya estoy en el apartamento de enfrente, dijo señalando con los labios hacia su apartamento.

La miré de abajo a arriba, llevaba un vestido rojo ceñido que dejaba ver su cinturita y sus piernas bien formadas. Las tetas no eran tan enormes como se veían por la mirilla de la puerta, siempre deforman las imágenes, y ella se veía más voluptuosa deformada delante de mi puerta. De todas formas no estaba mal, estaba muy bien, me hubiese provocado pedirle una vueltita, pero me pareció descortés.

-Ah, será un placer ser tu vecino. Me llamo Eliécer y no vivo aquí, me prestó el apartamento un amigo mientras consigo un crédito o me dan una vivienda digna. Querías una tacita de azúcar? Harina? Tengo huevos y leche si necesitas…
-No, no soy repostera. Sólo quería pasar a presentarme y decirte que estoy a la orden si necesitas algo.
-Gracias mamita, dije galantemente, si no es problema me retiro a dormir.

Cerré la puerta y me sentí como un viejo estúpido que perdió la creatividad para cumplir sus deseos. No quería dormir, hubiese querido pasar la noche entre esas piernas o dentro de ese culito, porque lo ví cuando se volteó y me parece que lo meneaba invitándome a seguirle. Pero quedé como un maricón excusándome para dormir. Me atormentaba y no quería seguir pensando en eso, así que me puse a pensar en los helados y el imbécil del teléfono hasta que me dormí.

Me desperté empapado en sudor y con un gato negro en la ventana maullando como si me quisiera decir algo, pegué un brinco fuera de la cama y le dí una patada a la pared de la ventana, el gato no se fue, pero el dolor me dejó cojo y me fui por hielo a la cocina. Me puse un poco en el talón y otro poco dentro de un vaso, me preparé otro cubalibre para empezar el día. Salí a trabajar, no había mucho que hacer, afuera llovía y siempre es un mal día para los mensajeros. Lo recordé, era otro presagio más. La llamada, el helado, el gato y la fecha 06 06 06. Sentí miedo y me devolví al edificio. No tenia ningún otro lugar dónde ir, a la empresa o al edificio, mi exmujer ni me hablaba y el único amigo que me hablaba era para pedirme que me saliera de su apartamento. En el pasillo noté la puerta de angélica entreabierta y decidí acercarme. Llamé pero no hubo respuesta, estaba el maldito gato negro sonriéndome desde un sillón. Angélica salió en bata de baño con su largo cabello rubio destilando agua por sus hombros y espalda. Le pedí permiso para entrar y dijo que me abriera espacio entre las cajas mientras ella iba a cambiarse. Traté de seguirla y el gato se me vino encima, después de unos arañazos desistí.

-Discupa la espera, Eliécer, dime, no trabajas?
-Si, si, si. Sólo que hoy me lo tomé de vacaciones-dije
-Ah, fíjate que yo esta semana la pedí de permiso para instalarme bien y terminar unos asuntos pendientes. Yo trabajo de masajeadora en una empresa muy seria.

La palabra masajeadora debe ser el afrodisíaco más arrecho, porque la dijo y acto seguido mi erección pretendía acabar con los pantalones que me quedaban realmente apretados. Me cubrí con un cojín, y el maldito gato negro vino a sentarse sobre él, en mis piernas. Le expliqué que estaba muy tenso, que por eso me tomé el día hoy, que había recibido una amenaza de muerte Telefónica y que me estaban sucediendo cosas muy raras. Parece que no se animó a relajarme con un masaje, al menos logré que me ofreciera unas cervezas. Bebimos y conversamos un rato, dijo prestar sus servicios casi con exclusividad a los ejecutivos de una fábrica de helados, cuyos cuerpos se entumecían con tanto aire acondicionado. No podía creer lo que oía, no le había mencionado la naturaleza de mi amenazador, sentí ganas de salir corriendo de allí, pero era muy tarde pues sus manos empezaban a recorrer mi espalda y a buscar nódulos de tensión. Estuve muy relajado después de habérmela cogido dos veces seguidas, traté una tercera, pero ya no respondía, estaba muerto. Pensé que no habría masajeadora más buena que Angélica para relajarme. Mientras ella estaba en el baño, me fui a mi apartamento. Al llegar oí un mensaje en la contestadora del teléfono. Era el conserje del edificio, diciendo que asara por la conserjería que tenía algo para mí. Se me hizo todo muy raro porque no conocía a nadie que pudiera dejarme un paquete. Pensé que era parte del juego que alguien me estaba tendiendo. Pensé en una bomba, tendría que tener cuidado. Toqué a la perta y salió el conserje con la cara llena de mantecado y un helado Bomba en su mano, de esos de centro de leche condensada. Mierda, otra casualidad fatal, éste también es parte de todo, me dije.

-Eliécer, recibí una cava con cien helados bomba para usted, parece que ha ganado un concurso, vino un tipo hace un par de horas a tocarle y como no respondió, la dejó conmigo, me agarré unos, ok?
-Oiga Wilson, dígame cómo era el tipo. Cómo llegó hasta aquí. Qué le preguntó de mí. Anoche me dijo que se aseguraría de mandarme al carajo, quiero encontrar a ese guev´n y reventarle el alma.
-Si, así dijo, mencionó que lo enviaría al carajo, dejó el sobre con todas las especificaciones, parece que se ganó una entrada para la inauguración de un parque de diversiones llamado CARAJO.

Cogí mi cava, mi sobre y me senté en mi apartamento a comer helados lo que quedaba de la tarde, pasé por el apartamento de Angélica y la invité a venirse al carajo conmigo. Llegamos en mi moto, la lluvia había parado hace horas, y de verdad comprobé que se trataba de un parque de diversiones. Estuvo bastante bien, todo se veía inofensivo y pensé que tendría que mandar al carajo también mis paranoias. Estuvimos en el barco pirata, la rueda, las tazas, nos quedaba la montaña rusa de la muerte. Nos subimos y me dio mucho miedo sentarme en el primer carrito, así que le dije que para que se divirtiera más, le cedía mi carrito y me ofrecía a sentarme en el de ella, que parecía más aburrido. Angélica aceptó al instante, era una mujer que buscaba emociones fuertes. Arrancaron los carritos y pasé todo el tiempo con los ojos cerrados aguantando las ganas de vomitar y llorar, hasta que oí los gritos de la gente que miraba desde el suelo. El carrito de angélica se había desprendido y pararon nuestro recorrido en seco, casi salimos disparados los demás. Desde arriba, el cuerpo sin vida de angélica ya no me parecía tan atractivo.

sábado, mayo 27, 2006

De Noche


Me tiene impaciente esa tos a lo lejos que no me deja dormir. Me mantiene despierta y trae ideas a la cabeza que preferiría no tener rondando en mi insomnio. Conversaciones, líneas que van y vienen y que penetran, quedan, se apoderan de mi conciencia y me siento esclava de algo que nunca he tenido y que temo nunca tendré. Me hace frágil y vulnerable sentirme atada y pienso que me até yo misma cuando decidí someterme a sus palabras, a sus miradas. Es la tos, no yo, eso me repito. Me perturba, debo calmarla, no sé cómo y me siento impotente. Ya no sólo por la tos, por todos mis pensamientos. Pareciera que no escapa de mi cabeza sus deseos, sus ganas y mi insolencia. Debo descansar, apagar mis obsesiones unas horas y me congela la idea de dormir y soñar. Quisiera tener la habilidad para controlar mi vida, incluso la de algunos lejos o a mi alrededor, y ni siquiera puedo controlar mis sueños y decidir que no me perturben, sólo por esta noche en la que me siento realmente agotada y me beneficiaría mucho de un sueño profundo. No se puede, lo sé, porque mientras más piense que no quiero soñarles, más lo haré. Me ha pasado antes, presumo que esta noche no será diferente. La tos ha cesado y comienzo a dudar que haya sido el motivo por el que me mantenía despierta. Sigo aquí, pensando, queriendo no hacerlo, y reincide la tos, y busco la manera de acallarla, no la puedo curar, pero busco calmarla al menos. Y se me confunde con palabras en el aire, o no sé en dónde precisamente, palabras en mis ojos, voces de mi mente que nunca llegan a mis oídos. Frases imperfectas que llegan a mí a través de mis ojos y que encandilan mi entendimiento. Quisiera darme media vuelta y arroparme este frío con mis sábanas y no puedo hacerlo porque ni siquiera me determino a ir a la cama, estoy lejos de mi refugio y lejos de mi prudencia. Siento que no puedo regresar a lo que fui y que estoy atrapada y condenada a vivir esto que vivimos algunos que nos creemos almas libres pero obramos únicamente para ser prisioneros de nosotros mismos. No creo que sea una predestinada, creo que soy una cobarde que se elaboró su destino de esta forma para no arriesgar sufrimientos, ni conocer glorias. Atravieso la brevedad y a veces la eternidad de los años como si me hubiese anestesiado a la intensidad de las emociones. Y por eso me regocijo en la cotidianidad de un ocaso, en la majestuosidad de una montaña perfecta en imperfecciones, en la pureza de un aire contaminado, en la conciencia de la embriaguez, en la inconciencia de mis cálculos y en la libertad de mis horas de soledad en la cárcel de mi castillo. Es en sus sótano donde me siento libre para sentirme cautiva. Y vivo un mundo de contradicciones que aprendí a sobrellevar y al cual me rebelo con la noche de testigo. Son las noches las culpables, porque siempre buscamos a quien culpar, y la noche y su oscuridad dan cabida a muchas recriminaciones, y las cobijan porque la noche no habla nuestro idioma y nos aprovechamos de nuestra infame ventaja del lenguaje. Y oigo la tos, y la noche la oye, y decido ignorarla esta vez, cuando lo más sabio sería celebrarla y entender que todos tosemos de vez en cuando porque es parte de nuestra naturaleza, pero reniego de ella. De la tos y de mi naturaleza porque soy tan arrogante como para entenderla como una debilidad de los demás, porque escojo creer que mi naturaleza es superior cuando en realidad soy más baja que el que más. Y mi ego, mi cómplice me convence de lo contrario y le agradezco que se lleve la lucidez que me uniforma con el resto. Quiero sobresalir sin toser y a veces lo logro y otras me gana la asfixia.

jueves, mayo 25, 2006

Caminando


Caminaba apresurada, abriéndome paso entre un montón de sombras, cuando sentí que tiraban de mi brazo. Al principio no vi su rostro, sentí su presencia nada más. Me apretó tan fuertemente contra él que me costaba apartar mi cara para poder adivinar su identidad. Separó sus labios y se acercó para darme un beso que no fue tierno ni desesperado, era un beso firme y tirano; tenía un propósito, no sé cuál. Era evidente que él me había visto caminando en la oscuridad y esperaba que me aproximara descuidada para que su lengua me asaltara como lo hacía ahora. Más por instinto que por deseo a despegarme de sus labios, forcejeé sin dejar de besarlo ni un instante. La fuerza de sus brazos en mi espalda cedió un poco y gané espacio. su boca, sin embargo, seguía engullendo la mía. Retraje mi cuello tanto como pude y logré enfocar con un poco más de nitidez al hombre que me arrojó sobre él. Lo identifiqué de inmediato, pues su cara me ha sido familiar por décadas. No podía creer que fuese él. No entendí qué lo habría llevado a actuar de esta manera. Nunca fuimos amantes, ya ni somos amigos, no nos frecuentamos desde hace mucho. Mientras su boca llenaba la mía, mi cabeza se iba llenando de dudas. Pensé que no tenía sentido lo que estaba viviendo, que era imposible habernos encontrado en ése lugar y su violento saludo se me hacía más absurdo a medida que trataba de razonar. Todo esto mientras me besaba y yo le respondía extasiada. No acerté a figurarme nada sensato, lo único que atiné a balbucear, para mi sorpresa, fue la desafortunada incoherencia de rogarle que tuviese cuidado de mancharse con mi pintura de labios. Es que lo recuerdo y no logro comprender cómo aquél era mi único temor en ése momento. Debo haber estado desvariando, felizmente él me ignoró. Espero que no haya oído mis torpezas, que no haya entendido mis palabras dentro de su boca, que sólo hayan resonado sin sentido en su cabeza. Probablemente así ocurrió, porque no reparó en maquillajes y siguió besándome enloquecido. De seguro notó que había logrado separar un poco mi torso del de él porque nuevamente me apretó casi con rabia hacia su cuerpo. Me extrañó cuando después de tenerme así un rato me soltó cerrando su beso con un minucioso roce de sus labios con los míos. No me sentí aliviada, me sentí confundida y deleitada con aquel arrebato inconcebible. Parada frente a él, con mi mirada en su boca le dije antes de marcharme:
-Este debe haber sido el mejor beso de mi vida.
Me alejé caminando despacio, iba sonriendo y temblando. No volteé más.

viernes, mayo 19, 2006

De Viaje


Mis maletas van vacías y tan pesadas que me costará cargarlas conmigo. Están llenas de abrazos a medias, besos desesperados, aguaceros mojándome toda. Momentos cortos, momentos interminables que se repitan tercos en mi memoria. No los quería traer, lo juro. Al momento de empacar anoche, fui especialmente cuidadosa de hacerlos a un lado. Los alejé y los cubrí con una manta blanca, para identificar claramente dónde quedarían, para evitar que se colaran dentro de mis maletas perniciosamente. Me fui a dormir después de haber terminado mis asuntos y desde la cama miré la poltrona y ví la manta que casi brillaba sobre la montaña que cubría. Pronto el sueño me venció, creo que lo último que ví fue aquella poltrona, y ésta mañana me desperté con sobresalto, era tarde ya y había ignorado los gritos del despertador, pero no era eso lo que me alteraba, sino que al abrir los ojos recordé mi tarea de vigilante y comencé a sudar cuando ví la manta desparramada en la poltrona. Se habían escapado. No estaban y sentí cómo mi cuerpo entero se debilitaba. No tenía tiempo de buscarlos, pues como dije era tarde ya, y me quedaban 15 minutos para tomar un baño, vestirme y salir a encontrar el chofer que me esperaría afuera. Mientras me bañaba recorría cada esquina de mi baño con los ojos que todavía me ardían del trasnocho. No vi nada que pudiera indicar qué habría pasado con mis recuerdos, a dónde habrían ido. Me vestí como una excusa para poder buscar entre las sombras de mi clóset, estiré los brazos. Desordené todos los tramos de ropas, miraba el reloj que me agobiaba con su incansable segundero, pero juro que busqué hasta en cada bolsillo de todos los pantalones que encontré. Nada. El clóset no les fue refugio. Podía oír afuera de mi apartamento el ruido del motor del carro que esperaba por mi. Oía el segundero de mi reloj, pero sobre todo oía a mi razón gritar ordenándome que los buscara, que no podían haber ido lejos de mí, porque sin mi presencia se debilitan y habrían terminado muertos no muy lejos, donde ya los habría encontrado. La obedecí, sentí cómo el tiempo, el carro y mi mente me tiranizaban y en lo que acepté como un insignificante acto de rebelión previa a la sumisión a la que más tarde me rendiría, me arranqué el reloj de la muñeca y me acerqué a la ventana, lo aventé con todas la fuerza que mendigué a mi debilidad, deseando estallar con él el vidrio del carro que me agobiaba. La prisa no me permitió esperar a oír el estruendo que causaría mi reloj de pulsera al estrellarse contra lo que yo deseaba fuese el carro. Y busqué, no dejé esquina sin revisar, me arrastré bajo mi cama, moví la televisión y miré detrás, abrí la cortina y me fijé en el quicio de la ventana. Me rendí, el tiempo y el motor ganaron. Bajé corriendo las escaleras, y antes de salir, me aseguré de dar una última mirada a todo el lugar, sabía que allí no habrían podido llegar, pero no podía dejar de intentarlo. Allí me esperaba, inalterado, el carro que pensé me alejaría de mis recuerdos. El chofer no comentó nada sobre mi retraso, después de todo sólo habrán sido escasos 10 minutos. Supongo que mi ropa obviamente impertinente y mi aspecto agotado le habrían intimidado un tanto. Me quedé parada justo fuera del apartamento mientras él se dispuso nervioso a ir por mis maletas. Aproveché esos minutos para entrar y escudriñar la pequeña biblioteca que estaba frente a mí. Busqué en los libros más evidentes, pero pronto llegó Ferias con las maletas y salí al verlo.
-Disculpe la pasadera, no? pero usted como que lleva plomo pa’ ese viaje.
-Qué plomo Ferias!, Si más bien estoy pensando que dejé un montón de cosas por haberlas perdido.
-Bueno, pa’ su suerte, entonces.
Ferias dijo algo que me pareció muy sabio, una carambola de esas que le pasaban con frecuencia. Yo sí quería dejar mis recuerdos en casa, pero quería asegurarme de que estuviesen tan olvidados como fuese posible. No debí dormir, no podía descuidarme. Debí haber predicho algo así y no lo hice. Y la inquietud que me causaba me quemaba por dentro. Extenuada, recosté mi cabeza en el asiento y vi hojas de los árboles mezclarse unas con las otras, y las nubes del cielo pasando de prisa sobre mí. Sudaba y respiraba profundamente. Me sentí abatida y me rendí nuevamente. Cerré mis ojos y traté de dormir, sin éxito. Al poco rato estábamos en el aeropuerto. Ferias se quejaba nuevamente pero me acompañó hasta el momento del chequeo. Bromeó algo con la señorita de la línea aérea y yo no quise ni escuchar. Me abrazó cariñosamente cuando ya estaba por dejarme.
-Que vaya con Dios, y suerte con ese maletín que lleva.
-Ay Ferias, yo pensé que me desearías suerte con mi viaje.
-No seño, con las maletas es que la va a necesitar, cuidado y cargándolas se lastima usted.
-Gracias Ferias, quédate tranquilo.
Mientras se iba alejando, pensé que este era un tipo curioso y divertido a veces. Las ocurrencias de Ferias no las tiene nadie más porque son genuinas, no creo que premedite nada. Es un hombre bueno y llano, y su bondad comienza a evocar recuerdos que no puedo tener. Pero si deben estar muertos ya! Hace un par de horas salí de casa, se quedaron, no los encontré, pero es cierto que no tuve tiempo para buscar toda la casa como una investigadora de crímenes habría hecho. Por qué recuerdo? Por qué no puedo dejar de pensar en todo lo que quise dejar? Cómo es posible que sigan vivos y atormentándome justo ahora que estoy sola, entre tantos desconocidos? A dónde se ha ido Ferias? Quiero regresar. No. Viajo para olvidar, no podría regresar ahora. No queda alternativa. Están. Vinieron. Y por más que busco no logro dar con su guarida. No quería, pero no dejo de recordar su amor, su ternura, sus manos, su olor, y no puedo evitarlo. Canto, hablo sola y trato de entablar conversaciones vacías con los desconocidos que me preceden en la cola de los rayos X. Nada logra espantarlos. Están. Ferias tenía razón, mi equipaje de mano está tan pesado que pido ayuda al hombre que va detrás de mí. Espero mientras mi maletín pasa por la correa para ser examinada en el monitor y veo la cara de la agente que sonríe mirando la pantalla donde se revela el contenido de todos los maletines de todos los pasajeros de su mundo. Aparece mi maleta, y al momento que me dispongo a intentar bajarla, atrapa mi mano
-Tenga cuidado, que se puede lastimar con esa maleta.
-Si, gracias, el señor me va a ayudar…
-Si, mejor que él la ayude, pero créame que esa maleta le va a pesar a usted el resto de su vida.

miércoles, mayo 17, 2006

Bluemoon


Después de casi un año sin hacerlo, esta noche saldré por unos tragos. Ganas no tengo muchas, pero ya no soporto tener a Rafa en mi casa ni un día más. Así que accedí a salir con él y los panas. Estuve un buen rato bañándome y pensando en Sofía, siento que la traiciono si salgo sin ella a divertirme. Sé que todos tienen razón cuando me dicen que ya han sido muchos meses, que me toca rehacer mi vida, que necesito salir y conocer gente nueva, pero la verdad no me siento listo para empezar a salir con otras mujeres, porque sigo amando a Sofía cada segundo de esta miserable existencia. Debe ser que allí está el problema, que le entrego mi vida a quién ya no la tiene, y me siento todo el tiempo con este vacío dentro de mí. Según Rafa, esta mujer es la ideal para llenarme el vacío, claro que él nunca se ha atrevido a decir reemplazar a Sofía, porque sabe que yo le partiría la cara. Se llama Victoria, el nombre es bonito y la foto que me pasó Rafa por mail no está mal. A mí me parece que se ve muy joven para un viudo amargado, así que los planes son unos whiskies, una joda y temprano de vuelta a mi casa.

No me fue tan mal, salimos un rato, y lo predicho, regresé relativamente pronto a mi casa. Fue un alivio que Victoria no haya podido ir porque no me terminaba de sentir cómodo con la idea del cuadre de Rafa. Tampoco fue la novia de Vicente, así que parecíamos un grupo de adultos contemporáneos nostálgicos, sacando los cuentos del colegio y riéndonos de las estupideces que dan risa a los 15 años y patéticamente todavía a los 37. Alejandro se levantó a una mujer y se desapareció toda la noche. Menos mal porque estaba pesado ya con la brindadera por mi primera salida. Me sentí mal cuando llegué a mi casa y la foto de Sofía me agarró pensando qué le habría pasado a Victoria para no haber ido después de tanto interés que Rafa me dijo que tenía. No sé si algún día voy a poder desprenderme de esto que siento por ella. Ni siquiera estoy seguro de porqué no me dejo estar interesado en nadie más si ella misma me pedió tantas veces que rehiciera mi vida después que ella se fuera.

Es jueves y ya Rafa está planificando otra salida para esta noche. Creyó que porque accedí a salir el fin de semana pasado, ahora lo haría todos los fines. Me negué, yo mañana trabajo y no me puedo agarrar la mañana como el vago ése. Mi excusa lo animó a cuadrar algo para mañana viernes, incluso inventó algo de una parrilla en la playa en casa de no sé quién. Le dejé claro que a eso no iba y que en todo caso, me llamara mañana a ver si me decidía a salir otra vez. Cómo si hiciera falta decirle que me llame!

Hoy cuando llamó me puso en una situación muy desagradable, yo estaba enpijamado y bajo mis sábanas viendo el noticiero deportivo, casi dormido cuando me repicó el celular de Alejandro, era Rafa desde su casa y con Victoria al lado. Lo peor fue cuando dijo que no podría darles malas excusas porque me tenían en altavoz y los tres me oían. Quedamos en encontrarnos una hora más tarde en un bar. Admito que me sentí ridículo cuando pensé que en una hora no tendría tiempo de quedar presentable y llegar hasta el local. Qué habrá pensado Victoria? Qué era por ella que quería arreglarme?. Me dio vergüenza que me escucharan decir eso, pero ya lo había dicho. Así que traté de parecer espontáneo en mi aspecto.

Llegué al local un poco más tarde de la hora en la que habíamos acordado. Me quedé sorprendido cuando la vi, creo que lo disimulé bien, pero era mucho más bella que lo que se veía en aquella foto borrosa que había recibido. Me saludó con una sonrisa que no sabría describir si era pícara o angelical, pero me pareció perfecta. Sus ojos azules eran inmensos y su cabello negro enmarcaba un rostro de belleza indefinible. Me hizo un espacio a su lado, y pasamos la noche conversando banalidades que me resultaron agradables en su compañía. Para mi sorpresa, no estuve incómodo como había supuesto. En un momento pensé que tenía esa calidez de pocas personas que nos hace sentir que hemos sido amigos o amantes toda una vida. Rafa pasó la noche dándome patadas por debajo de la mesa, y yo ignorándolo. Parece que le debo un favor después de conocer a Victoria.

Me vine temprano al trabajo y no he podido concentrarme en nada. Anoche me acerqué a parecer un hombre normal mientras estuve en el bar, pero en lo que estaba llegando a mi casa, sentí un vacío terrible. Tenía mucho tiempo que no me sentía tan mal recordando a Sofía. Traté de no pensar mucho, tenía que levantarme temprano para estar aquí hoy, y me quedé dormido hablando con Sofía. Me disculpé, le confesé mi culpa y casi me pareció verla sonriéndome y abrazándome. Debo haber estado soñando ya.

En el almuerzo, Rafa no hizo más que hablarme de Victoria, creo que me inventó un poco de cuentos para que yo me ilusionara: que si en el carro ella no paró de hablarle de mi, que estaba encantada, que nunca había conocido un hombre como yo y eso sí me pareció lógico, no deben haber muchos hombres de mi edad viudos y todavía enamorados. Él repitió mil veces que ésta era la perfecta, la ideal y yo todo este tiempo preguntándome para qué sería Victoria tan perfecta, yo no estoy en condiciones de algo más que no sean unas salidas, unos tragos, algún plan como el de anoche. Según él, ya todo está listo.

Alejandro insistió hasta el cansancio, pero no quise salir. Esta noche hay un buen partido en la tele, y eso es lo que haré. No quiero que esta muchacha se haga ilusiones conmigo, por eso no me pareció buena idea salir hoy otra vez. Veré mi partido tranquilo en compañía de alguna cerveza.

Sólo dos necios como mis amigos se les ocurre aparecerse en el medio tiempo, cargados de alcohol y con la mujer que no me dejaba concentrarme en el futbol. Les tuve que abrir la puerta, porque con el escándalo iban a despertar a todos los vecinos. Me esperaron en la sala mientras me cambié para salir, porque no quise quedarme en casa con la presencia de Sofía en todas partes. Estuvimos en casa de unos conocidos, y después de un rato y sin entender muy bien cómo, estábamos en camino a aquélla casa de la playa de la que Rafa me había hablado. La parrilla era el domingo y nosotros estábamos en camino desde la madrugada. Los borrachos de Rafa y Alejandro se quedaron dormidos en unas hamacas y sólo así dejaron de hablar tonterías. El dueño de la casa jugaba dominó con otros amigos, y Victoria quiso ir a caminar por la playa. No podía negarme, porque deseaba muchísimo estar solo con ella, caminar la arena descalzos juntos y sentir una ansiedad que no he sentido en años. Temí en un momento, porque me dí cuenta que en muchas horas no había pensado en Sofía. Tomó mi mano y continuamos caminando, creo que en silencio casi siempre. Ví la luna frente a nosotros, y en silencio me disculpé nuevamente con Sofía, porque sentí que me estaba enamorando y no quería evitarlo más. No era un reemplazo, era el comienzo de una nueva vida y la aceptación de una muy dolorosa pérdida. A Sofía la había amado intensamente desde el momento que la ví por primera vez, y sentir la piel de Victoria en mis manos me hizo pensar que después de todo, no he cambiado mucho. Sonreí avergonzado, ella no me vio. Los dos mirábamos la luna ya casi oculta frente a nosotros, estaba amaneciendo ya.

jueves, mayo 11, 2006

Elina




De qué sirve estar rodeados de tantas personas, cuando la única compañía que necesitamos no está?


De qué sirve tanto cordura y moderación si lo que hacen es evitarnos los momentos por los que se supone vivimos?







Llueve todavía y la mañana está gris, a pesar de la claridad afuera.
Tengo muchos deseos de que se despeje un poco el cielo y acostarme a
ver las nubes, darles formas insólitas. Es lo que uno hace de niño.
Quizás lo comenté a alguien durante mi niñez, ahora no lo recuerdo
bien. Lo que sí es seguro es que debe haber sido a alguien muy cercano
a mi nada más, porque creo que me avergonzaba un poco de mi diversión
puesto que mi juego era diferente: yo siempre veía la muerte en las
nubes. Era como si ellas reprodujeran el momento en el que algún ser
viviente moría. Veía las escenas perfectamente dibujadas en blanco
sobre el lienzo azul: jóvenes muriendo ahorcados, señoras muriendo en
accidentes terribles, niños ahogados, bebés arrollados, ancianos
consumidos sobre una cama. Me daba tristeza imaginarme el sufrimiento
de esos seres ganados por la muerte, pero no por eso dejaba de jugar.
Podía pasarme horas acostada en el jardín viendo estas fatídicas
imágenes. La grama contra mi piel picaba y raspaba, también me
molestaba el dolor que sentía por lo que creía que representaban las
nubes amorfas, pero no me iba. La paz que se respira cuando uno se
tumba tan insignificante bajo el cielo embriaga. Recuerdo que la
última vez que me atreví a hacerlo fue hace unos ocho años,
probablemente. No había grama esta vez, mucho menos inocencia, y si
estaba embriagada era de tanto ron, pero seguía recreándome con mi
juego lúgubre porque seguía respirando paz y sintiendo dolor.


Ahora miro por la ventana y ha dejado de llover; ya el cielo empieza a
despejarse.
Hoy reconoceré un rostro en una nube.

sábado, abril 29, 2006

La Verdad

Todo es una mentira. No hay buenos días hoy, no hay cielo azul, los niños no son tiernos ni divertidos, los animales no me inspiran cariño, no hace calor, no hay sonrisas en ningún rostro, nadie es amable, no hay semáforos en verde a lo largo de las avenidas que no están despejadas. Es un mal día, tengo frío, mi cielo es gris, mis semáforos están todos en rojo, el tráfico está caótico. Mi única realidad es la mentira que vivo. Y me quiero ir, quiero irme a lugares desconocidos, lejos. Y quiero quedarme, en mi ciudad, en la que no conozco. Y a ratos quiero desaparecer de todos, y de mí. Irme y quedarme. Y no distraerme y terminar posando la mirada sobre placas de autos que tienen 4 letras que no digo, en el orden que decía. Y no quiero voltear y ver la publicidad de ninguna cerveza que no quiero beber, ni de vodkas que apenas bebo. Y mienten las canciones de rock, porque no son rudas y tratan todas de amor. Mienten las noticias sobre una guerra inminente. Mienten todos los que callan y los que hablan quiero que se vayan a la mierda. Porque quiero seguir oyendo mentiras. Quiero sentir mentiras y vivirlas y hacerlas mi realidad y olvidarme de ésta.
Nunca he sido tan sumisa como hoy. Su cuerpo húmedo y desnudo a mi lado fue mucho más que un presagio, fue una sentencia. Sus manos me acariciaban y yo pretendía no haber despertado. Sus dedos sobre mi piel me hacían pensar en un arado surcando tierra húmeda. Me quedé inmóvil mientras me tocaba. Se me ocurrió que en un punto iba a tener que despertar, que no podría seguir fingiendo indiferencia. No quería y no podía. Entonces decidí esperar, noté que mi desgano no lo desanimaba, y resolví continuar así, rendida. Tendría que disimular mi aborrecimiento con gemidos? No, no era capaz. Tampoco había la necesidad de hacerlo. Apreté mis ojos con tanta fuerza que me olvidé del dolor. El arado sobre mi espalda, el arado en mi cuello, sobre mis nalgas y muslos. No abrí los ojos, no me moví, casi no respiraba. Exánime, le regalé mi cuerpo. Sentí que la mente era lo único que me pertenecía, mis pensamientos se hicieron impenetrables. La oscuridad me resultó confortante y no quise salir de ella porque prefería seguir pensando en el arado y no ver su cuerpo sobre mi. No sé cuánto tiempo permanecí bajo él, pero sé que fue suficiente para odiarlo. Me hirió, me laceró, me humilló. Y me hizo odiarme a mi, porque le permití vengarse.

viernes, abril 28, 2006

Se te hace más difícil cada segundo y en cada respiración pierdes algo que fue sólo tuyo. Desearías no haber jamás estado. No haber jamás conocido. Pero fuiste terca. Fuiste intempestiva, una vez más. Es que la gente no cambia, ni tu ni yo ni él ni ella ni ellos. Nadie. Y descubrirlo te duele, te abate que lo diga, pero te lo repito si es necesario. Créeme, que aunque yo no sepa mucho de muchas cosas, he visto y he andado. Poco he vivido, pero he oído mucho. Por ahí aprendí que querer algo no basta, no importa cuánto lo añores. No es verdad que se cumplen los deseos, no estarías cómo estás de ser cierto eso. No se cumplió y lo que sí creo es que las cosas son como son, están escritas, designadas y debes aprender a vivir como las marionetas, inerte. Resígnate, abandona. No hay dilemas. Regocíjate sabiendo que está todo resuelto. Te vieron pesada, y de pura lástima resolvieron arrancarte el peso que tenías en el pecho. Ahora estás ligera, se te ve, te lo noto. Lo que pasa es que estás confundiendo lo ligero con lo vacío. Así no es, Así no es. Y bueno, yo mejor me voy, porque no me gusta la mirada que me lanzas cuando te hablo con la verdad. Despójate de esa ira, si no hay miedos ya, vélo de esa manera. Se esfumaron. No es mejor así?. Tus ojos me dicen que no entiendes nada de lo que te digo. Qué testaruda eres! Yo queriéndote aconsejar porque me duele tu luto y tu, tan pertinaz como siempre…Ahí está, te lo dije, la gente no cambia, ni tu ni yo.

Ni modo.

martes, abril 11, 2006

Cae la tarde y con ella mi cuerpo atravesado sobre la cama, carente de voluntad. Busco encontrar un escape y veo la silueta del Ávila delinearse en el cielo. Me siento prisionera. Cierro mis ojos con mis manos para bloquear la montaña y la luna, quiero entregarme a la oscuridad. Deseo dormir y olvidar, dormir y descansar los pensamientos. No puedo. Los acordes de una guitarra impiden que la consciencia me abandone. Entiendo que este ruido torpe es en cualquier caso una mejor alternativa que el silencio que buscaba. Las notas se burlan de mí, y la interrumpida melodía de Patience recuerda lo que no tengo. Hundo mi cara en la almohada y río al oír mi respiración, no logro ausentarme. Mi pecho aprisionado sobre el colchón produce un ritmo de exasperante ansiedad y comprendo que no estoy segura en mi habitación, no estoy segura en mí. No tengo salida.

viernes, abril 07, 2006

Humo y Jazz


Hace frío esta noche. Hace frío y estoy sola con las estrellas y media luna. El jazz me sirve como catalizador de sentimientos, se repite y los deja destilar. Descubro con sus notas emociones que no conocía. La trompeta suena para desnudar mi alma. La voz no tiene importancia, lo relevante es lo que calla. Por eso mi silencio. El humo se pasea y cobra formas abstractas sobre el resplandor de mi pantalla. Por un momento pienso que se parece a mi: abstracto, inquieto, frágil. Con cada bocanada se me revela algo nuevo, estoy empezando a comprender tantas cosas. La luna de testigo silente. Las estrellas centellean cómplices de una nueva lucidez. A su eternidad les confío mi inmortalidad.

My Chemical Romance


Helena a todo volumen. Se amplifica en mi cabeza, me embriaga, nubla mi entendimiento y no me resisto. Es lo que necesitaba. Sus gritos despejan mi ansiedad. Mis obsesiones se reemplazan con un ritmo perturbador. Nacen otras desesperanzadas. No entiendo lo que dice y no cuestiono. La disfruto así. Ingenua, ignorante. Es todo lo que me ocupa, me invade, me quita la vida, me enfurece y así me la devuelve. Sus imágenes en mi mente como una pesadilla fascinante. Me aturde, me persigue y la dejo. Me impulsa. Me lleva al borde. Me enseña el vértigo. Cierro los ojos. Me entrego. Me altera. Me gusta. Me mata y me anima.

What's the worst that I can say?
Things are better if I stay
So long and goodnight
So long not goodnight

viernes, marzo 31, 2006

Collage


Hay días en los que uno no sabe cómo hacer para sobrellevar la vida y no dejar que ésta nos engulla. Hoy fue uno de esos. Quizás la perspectiva pierda foco después de muchas noches de trasnochos y días de excesos, así que me propongo cambiar la rutina a ver si salgo favorecida. La enfermedad de mi abuela me tiene desagradada más que triste por ella (triste por yo perderla, sí). No quisiera estar en el dilema moral de escoger la muerte digna de una persona o la infame salvación, pero creo que me he formado una opinión al respecto a raíz de este problema. Creo que debe prevalecer la dignidad del enfermo ante nuestro egoísmo y apego a lo terrenal, personas incluídas. Fácil no sería, pero se trata de cumplir el último deseo de nuestro ser amado que está a punto de irse. Toda esta situación se me hace grotesca. Dormí toda la tarde, es probable que haya sido para no seguirle dando cabida a pensamientos saboteadores. Falté a mis clases de canto, porque no tengo voz para cantar nada, ni siquiera creo que tenga ánimos de silbar hoy. Oigo de secuestros a conocidos, quienes afortunadamente salieron sanos de tan traumática experiencia. Recibo noticias de más familiares enfermos, saco las fuerzas para ir a la clínica a la que no puedo entrar si no me vacuno contra el sarampión. El brote de sarampión debe ser tan fuerte que las vacunas son gratis para cuantos vayan. Me desestreso mientras dura Capote y veo a Fred Astaire bailando, pero no dura mucho ninguna de las dos terapias. Luego recuerdo a Barreto con su plan de pasarle los revólveres a las redes vecinales y no sé cómo voy a hacer para cumplir mi promesa de cambiar mi rutina. I guess I´ll always have Paris.

miércoles, marzo 29, 2006

Oniria


Puedo decir sin nostalgia que mi abuela ha sido el más grande de mis afectos. Es la persona más dulce y fascinante de mi entorno. A su lado me sentía viva, llena de deseos y de una fuerza que sólo ella puede transmitir. Contagia tanta alegría como una niña que descubre muñecas por primera vez. Está muy viejecita ya, le cuesta hasta respirar, y sin embargo proyecta toda la ingenuidad y la pureza concebible. Ha sido lo más cercano a mi. Su nombre es Oniria.

Desde que yo era muy pequeña disfrutaba enormemente de su compañía. Iba a su casa los fines de semana a dormir porque a su lado estaba libre como nunca. Ella me permitía hacer todo lo que los demás me objetaban. Me dejaba llegar donde jamás habría ido sola. De adolescente nunca tuve un domingo llano. Me tumbaba en su cama a repasar un mundo de futuros posibles mientras ella tejía, yo creo que sueños porque nunca la vi completar nada. Bastaba sentarme a su lado, en silencio, con una idea traspasándome el pecho, para conocer la ilusión. Me vio enamorarme cien veces y alentó mi recorrido en los callejones más oscuros. Creo que a ella le debo más que a nadie. Soy lo que soy a mis años por la determinación que ella me transmitió. Me inspiró y junto a ella me convertí en una soñadora. Me entiende como nadie y la comprensión sin juicios es invalorable. Con ella me atrevía a todo, me lanzaba en el aire al vacío, cerraba mis ojos y en su presencia me abandonaba a lo irracional. La amo.

Hoy mi abuela se levantó muy mal. Lleva muchos años y reveses a cuestas. Las cataratas de sus ojos parecen revelar todas las lágrimas que a nadie ha contado. Yo sabía que este momento iba a llegar, pero no es fácil enfrentarlo. Me avisan que no mejoró de la gripe que tenía, que pasó toda la noche delirando, diciendo incoherencias. Dicen que la falta de oxigenación le hacía alucinar. Yo no estoy tan segura como afirman los demás de que ella hablaba cosas sin sentido. Creo que no desvariaba, sino que hablaba desde su alma, pero si no la conocen como yo no la podrán entender jamás.

La he ido a ver: sus cabellos blancos y sedosos y la lozanía de su piel contrastaba con su situación. Está postrada en una cama, sedada y con un respirador artificial que la ayuda a inhalar la vida. En cada pliegue de sus manos, en cada mancha de su piel y en los cabellos desprendidos sobre su almohada veo la realidad. Su espíritu no se conjuga con su cuerpo. Quedó encerrada prisionera en un organismo que la condena y la obliga de la mano cuesta abajo hacia su fin. Me sentí indignada de tener que prepararme para entrar a verla, me sentí ajena con ese traje y gorro verde que me impusieron los doctores para poder acercármele. Su cuerpo casi inerte ha sido mi encuentro más cercano con la crudeza de la vida. Le tomé de la mano, que ahora lucía un dedo artificial marrón y de un plástico duro, que funciona como un sensor para conocer sus valores mientras está en cuidados intensivos. Le acaricié con mis manos blancas y jóvenes sus manos ancianas y huesudas sin atreverme a tocar ese aparato que luce como una grotesca prótesis, yo que la puedo interpretar como ningún monitor puede. Nunca tuvo una frase particular que me impulsara a arriesgarme en la vida, porque siempre inventaba mil maneras de hacerme creer que yo era capaz de todo, y hoy su silencio se me hacía tan estridente que no pude pensar en ninguna palabra para alentarla.

No estoy muy segura si estuve a su lado, sujetando su mano y escarmenando sus cabellos con mis dedos unos minutos o una vida. El entorno me agobiaba, el ruido de las máquinas, el frío de esa sala, los enfermos que a media consciencia hacían un esfuerzo para enfocar mi presencia. Todo parecía subreal, y hubiese querido salir, alejarme para no lidiar con esta certeza, pero hice el consciente esfuerzo de quedarme. Tomé esa oportunidad de verla todavía con vida para hablarle de cosas mías, sentimientos que quizás de otra manera no me hubiese atrevido a expresarle. Es verdad que con ella fui más libre que con nadie, pero con mis años me había ido encerrando en mí misma poco a poco. Quise salir de mi mundo.

Quizás fue egoísta de mi parte aprovecharme de su condición para expiar mis culpas, exponerme abiertamente como no lo hacía en mucho tiempo, pero seguí mi impulso y sin mucha culpa abrí la puerta a mis más profundos anhelos e inconfesables pecados. Me sentí afortunada de poderle hablar sabiendo que no me escuchaba, pero antes de dejarla temí que se recuperara y que pudiese recordar todo lo que dije, aún sabiendo lo inmensamente comprensiva y misericordiosa que puede llegar a ser.

Salí de allí sanada, mientras ella yacía en su cama. Esperé sentada en el pasillo, con la mirada distraída en una niña que caminaba cerca, pensando que le pasé todas mis opresiones, vacié mi vida en ella y era yo quien ahora la estaba condenando a morir. Las enfermeras nos pidieron paciencia porque le iban a practicar unos exámenes que nos revelarían un poco más de su estado actual. Esperé con una calma ajena a mí.

Los doctores salieron en un par de horas para comentarnos que su caso era particularmente complicado puesto que dos focos neumónicos a su avanzada edad son casi imposibles de superar. Intentaron quitarle el respirador artificial, para probar cómo respondían sus pulmones y diafragma. La prueba no duró mucho porque en seguida notaron que los músculos no tenían la fuerza suficiente para trabajar por ellos solos. También nos dijeron que aún con un cuadro clínico tan complicado como el de ella, sus expectativas respecto a esta prueba eran más altas, pero que lamentablemente no salió como esperaban. Volverían a intentar al día siguiente, y sería cuestión de esperar. No se mostraban optimistas cuando acotaron que en su caso eran determinantes las ganas de sobrevivir que ella tuviese, y éstas parecían estar ausentes. Yo lo sabía. Mi abuela se estaba entregando. Tenía que ser así.

Se me hacía más evidente mientras los doctores se alejaban. Fui yo. Mis angustias la agotaron, la dejaron sin fuerzas para aferrarse a la vida. Fue demasiado pesado para ella oír todo lo que le susurré, la maté y así lo asumo. Se lo hice saber. No quería seguir viendo en ella las frustraciones de deseos inalcanzables o inalcanzados. No estaba dispuesta a seguir dejándome deslumbrar por sus promesas imposibles. Me estaba consumiendo por dentro. Yo soy joven, y no quería seguir viviendo así. Abuela Oniria no, ella ya vivió lo que le tocó. Ahora me tocaba a mí vivir y para poder seguir adelante, tuve que matarla. Los médicos dieron su fatal informe: no hubo necesidad de repetirle la prueba de respiración. Su corazón falló apenas dejé la clínica.

Ya me siento más tranquila y capaz de empezar una vida más serena. Su muerte sacrificó una parte de mí, pero fui yo quién la mató a ella. Entregué con su partida mis estúpidas fantasías. Vivo con su ausencia y mi realidad tangible. Hoy estoy complacida.
 

Neko

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