Siempre he sido terriblemente supersticioso y sabía que hoy sería un mal día. Anoche después de llegar del trabajo, recibí una llamada que me dejó helado, era un vendedor Telefónico de helados, pero no fue eso lo que me congeló, fue que cuando le pedí que se fuera al carajo, me dijo con voz endemoniada que al carajo me iría yo hoy, que ya se encargaría de eso. Tranqué después de maldecirlo un par de veces más, pero su voz quedó resonando en mi cabeza. Prendí la televisión y empecé a cambiar canales. No había nada interesante así que retiré mis pies de la caja de pizza sobre la mesa, me limpié las migas de los talones y dirigí mi trasero hacia el congelador para buscar algo que hacer mientras seguía cambiando la tele. Me pegó la luz del congelador en los ojos y fue como una revelación divina: allí estaban los malditos helados que me quería vender el tipo por teléfono. Pensé que no era casualidad, ni siquiera recuerdo haber comprado esa marca de helados antes, ni siquiera me gustan los helados, y allí estaban frente a mí recordándome las palabras del vendedor, cómo si necesitase que me las recordaran. El helado estaba allí plantado en mi nevera por algún motivo que se me haría más evidente mañana, pensé. Saqué una coca colas y busqué la botella de ron, me preparé un vaso de cubalibre y me tiré en el sofá frente a la tele, con los ojos puestos sobre el teléfono. Por unos segundos quedé envuelto en una nube misteriosa, pensé que tendría que sacudir los cojines de mi sofá si no quería tener serios problemas de alergias.
Después de cambiar canales media hora más y luego de 3 cubalibres me quedé dormido. El timbre me despertó sobresaltado, grité que me esperaran mientras acomodaba mis bolas en el interior y salí a ver quién era. No reconocí la voz así que miré por el huequito de la puerta y vi a una mujer despampanante, de senos enormes, no pregunté nada más y abrí de inmediato:
-Hola mi amor, para qué soy bueno?
-Hola, soy Angélica. Disculpe la molestia a esta hora, es que soy nueva en el edificio y quería presentarme, acabo de terminar la mudanza y ya estoy en el apartamento de enfrente, dijo señalando con los labios hacia su apartamento.
La miré de abajo a arriba, llevaba un vestido rojo ceñido que dejaba ver su cinturita y sus piernas bien formadas. Las tetas no eran tan enormes como se veían por la mirilla de la puerta, siempre deforman las imágenes, y ella se veía más voluptuosa deformada delante de mi puerta. De todas formas no estaba mal, estaba muy bien, me hubiese provocado pedirle una vueltita, pero me pareció descortés.
-Ah, será un placer ser tu vecino. Me llamo Eliécer y no vivo aquí, me prestó el apartamento un amigo mientras consigo un crédito o me dan una vivienda digna. Querías una tacita de azúcar? Harina? Tengo huevos y leche si necesitas…
-No, no soy repostera. Sólo quería pasar a presentarme y decirte que estoy a la orden si necesitas algo.
-Gracias mamita, dije galantemente, si no es problema me retiro a dormir.
Cerré la puerta y me sentí como un viejo estúpido que perdió la creatividad para cumplir sus deseos. No quería dormir, hubiese querido pasar la noche entre esas piernas o dentro de ese culito, porque lo ví cuando se volteó y me parece que lo meneaba invitándome a seguirle. Pero quedé como un maricón excusándome para dormir. Me atormentaba y no quería seguir pensando en eso, así que me puse a pensar en los helados y el imbécil del teléfono hasta que me dormí.
Me desperté empapado en sudor y con un gato negro en la ventana maullando como si me quisiera decir algo, pegué un brinco fuera de la cama y le dí una patada a la pared de la ventana, el gato no se fue, pero el dolor me dejó cojo y me fui por hielo a la cocina. Me puse un poco en el talón y otro poco dentro de un vaso, me preparé otro cubalibre para empezar el día. Salí a trabajar, no había mucho que hacer, afuera llovía y siempre es un mal día para los mensajeros. Lo recordé, era otro presagio más. La llamada, el helado, el gato y la fecha 06 06 06. Sentí miedo y me devolví al edificio. No tenia ningún otro lugar dónde ir, a la empresa o al edificio, mi exmujer ni me hablaba y el único amigo que me hablaba era para pedirme que me saliera de su apartamento. En el pasillo noté la puerta de angélica entreabierta y decidí acercarme. Llamé pero no hubo respuesta, estaba el maldito gato negro sonriéndome desde un sillón. Angélica salió en bata de baño con su largo cabello rubio destilando agua por sus hombros y espalda. Le pedí permiso para entrar y dijo que me abriera espacio entre las cajas mientras ella iba a cambiarse. Traté de seguirla y el gato se me vino encima, después de unos arañazos desistí.
-Discupa la espera, Eliécer, dime, no trabajas?
-Si, si, si. Sólo que hoy me lo tomé de vacaciones-dije
-Ah, fíjate que yo esta semana la pedí de permiso para instalarme bien y terminar unos asuntos pendientes. Yo trabajo de masajeadora en una empresa muy seria.
La palabra masajeadora debe ser el afrodisíaco más arrecho, porque la dijo y acto seguido mi erección pretendía acabar con los pantalones que me quedaban realmente apretados. Me cubrí con un cojín, y el maldito gato negro vino a sentarse sobre él, en mis piernas. Le expliqué que estaba muy tenso, que por eso me tomé el día hoy, que había recibido una amenaza de muerte Telefónica y que me estaban sucediendo cosas muy raras. Parece que no se animó a relajarme con un masaje, al menos logré que me ofreciera unas cervezas. Bebimos y conversamos un rato, dijo prestar sus servicios casi con exclusividad a los ejecutivos de una fábrica de helados, cuyos cuerpos se entumecían con tanto aire acondicionado. No podía creer lo que oía, no le había mencionado la naturaleza de mi amenazador, sentí ganas de salir corriendo de allí, pero era muy tarde pues sus manos empezaban a recorrer mi espalda y a buscar nódulos de tensión. Estuve muy relajado después de habérmela cogido dos veces seguidas, traté una tercera, pero ya no respondía, estaba muerto. Pensé que no habría masajeadora más buena que Angélica para relajarme. Mientras ella estaba en el baño, me fui a mi apartamento. Al llegar oí un mensaje en la contestadora del teléfono. Era el conserje del edificio, diciendo que asara por la conserjería que tenía algo para mí. Se me hizo todo muy raro porque no conocía a nadie que pudiera dejarme un paquete. Pensé que era parte del juego que alguien me estaba tendiendo. Pensé en una bomba, tendría que tener cuidado. Toqué a la perta y salió el conserje con la cara llena de mantecado y un helado Bomba en su mano, de esos de centro de leche condensada. Mierda, otra casualidad fatal, éste también es parte de todo, me dije.
-Eliécer, recibí una cava con cien helados bomba para usted, parece que ha ganado un concurso, vino un tipo hace un par de horas a tocarle y como no respondió, la dejó conmigo, me agarré unos, ok?
-Oiga Wilson, dígame cómo era el tipo. Cómo llegó hasta aquí. Qué le preguntó de mí. Anoche me dijo que se aseguraría de mandarme al carajo, quiero encontrar a ese guev´n y reventarle el alma.
-Si, así dijo, mencionó que lo enviaría al carajo, dejó el sobre con todas las especificaciones, parece que se ganó una entrada para la inauguración de un parque de diversiones llamado CARAJO.
Cogí mi cava, mi sobre y me senté en mi apartamento a comer helados lo que quedaba de la tarde, pasé por el apartamento de Angélica y la invité a venirse al carajo conmigo. Llegamos en mi moto, la lluvia había parado hace horas, y de verdad comprobé que se trataba de un parque de diversiones. Estuvo bastante bien, todo se veía inofensivo y pensé que tendría que mandar al carajo también mis paranoias. Estuvimos en el barco pirata, la rueda, las tazas, nos quedaba la montaña rusa de la muerte. Nos subimos y me dio mucho miedo sentarme en el primer carrito, así que le dije que para que se divirtiera más, le cedía mi carrito y me ofrecía a sentarme en el de ella, que parecía más aburrido. Angélica aceptó al instante, era una mujer que buscaba emociones fuertes. Arrancaron los carritos y pasé todo el tiempo con los ojos cerrados aguantando las ganas de vomitar y llorar, hasta que oí los gritos de la gente que miraba desde el suelo. El carrito de angélica se había desprendido y pararon nuestro recorrido en seco, casi salimos disparados los demás. Desde arriba, el cuerpo sin vida de angélica ya no me parecía tan atractivo.